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Cristofiru Culumbu, chi facisti?
La megghiu giuvintú tu rruvinasti.
(Calabria)
Es necesario, en primer lugar, esclarecer en qué consiste una migración esporádica. La respuesta es que se trata sencillamente de una migración aislada, ocasional y cuantitativamente poco importante y que, sin embargo, por esas mismas propiedades no deja de ser importante como fenómeno social en sí, porque no se puede excluir que pueda ser cualitativamente significativa. En Costa Rica, durante el período colonial y más de tres cuartas partes del siglo decimonono, las inmigraciones italianas tuvieron ese carácter de esporádico. Específicamente al período colonial, desde 1502 hasta 1821, delimitamos el presente artículo. Es éste un período que ha sido tachado de "prohibitivo" por los expertos en cuanto a las condiciones de América Latina para favorecer la llegada de inmigrantes[1]. Empero, antes de analizar el lugar de acogida de esos inmigrantes (o tal vez, para esa época sería mejor especificar la categoría de navegadores, exploradores, viajeros y aventureros) es necesario mencionar las condiciones socio-económico-políticas que existían en tierras italianas (o bien itálicas) para esa época.
Durante los siglos XV y XVI Italia fue escenario de una abigarrada lucha entre franceses, españoles y suizos. Al retirarse los franceses, la paz de Utrecht-Rastadt (1713-1714) no logró mejorar la situación de una Italia agotada por el esfuerzo del Renacimiento y políticamente disgregada en varios Estados, casi todos sometidos a la influencia de España. Sin embargo, desde finales del siglo XVI, se venía fortaleciendo en el norte la Casa de Saboya. La campaña de Napoleón Bonaparte en Italia (1796-1797) creó la República Cisalpina, transformada en República Italiana (1802-1804) y en Reino de Italia (1805-1814). Pero luego los tratados de 1815 entregaron Lombardía a Austria [2].
En ese ambiente de constante inestabilidad, quién sabe cuántos italianos (o bien itálicos) hubieran deseado dejar su tierra en la búsqueda de nuevos horizontes. Pero las condiciones de una travesía ultramarina eran, para la época, bastante inseguras, para no hablar además de las incertidumbres al llegar a una tierra igualmente dominada por los españoles y poco atractiva económicamente, tal como era la Provincia de Costa Rica.
Durante el período colonial español, la Gobernación de Costa Rica formó parte de la Capitanía General de Guatemala y a partir de 1670 también de la Real Audiencia guatemalteca en lo judicial. Aunque la región había sido objeto de exploraciones a partir de 1519, la verdadera conquista de Costa Rica no empezó sino hasta 1560, con la expedición de Juan de Cavallón. La ciudad de Cartago, la capital, fue fundada en 1564.
Nuestra provincia se caracterizó por ser especialmente marginada en el contexto colonial español de América. En general, sobresalieron una condición de aislamiento y una economía de subsistencia, cuyas causas se han justificado principalmente en la falta de población indígena, la ausencia de minas, la carencia de vías de comunicación, la política mercantilista de la época y la negligencia general de las autoridades. Por lo tanto, los capitales existentes eran escasos y limitados, el comercio exterior era reducido, faltaba moneda circulante y mano de obra. La estructura social costarricense del período colonial fue caracterizada por un proceso de mestizaje especialmente rápido, lo que favoreció cierto nivelamiento de la sociedad. Existía una pobreza generalizada, pero no por eso se puede hablar de una verdadera democracia rural o racial, de eso se ha hecho un mito injustificado [3].
Empero, esas condiciones de estancamiento socio-económico cambiaron a partir de mediados del siglo XVIII y se dieron tres procesos básicos: crecimiento demográfico, colonización agrícola y auge comercial [4]. Así que, acercándose al siglo XIX, las condiciones para el extranjero que decidiera trasladarse a tierra costarricense eran paulatinamente más favorables que en las treinta décadas anteriores.
Las fuentes coloniales de los archivos costarricenses nos han permitido una aproximación a una reconstrucción biográfica que según las fortuitas circunstancias documentales resulta más o menos completa de los pocos italianos que arribaron al país. El primero fue nada menos que el Gran Almirante Cristóbal Colón, junto con sus hombres.
El genovés [5] Cristóbal Colón, según sus historiadores, llegó a tierra costarricense en el año de 1502, durante su cuarto y último viaje de descubrimiento. Fondeó en la bahía de Limón porque necesitaba reparar los barcos y descansar él y su gente; en aquel entonces los habitantes de la zona eran los caribes. Para evocar ese lejano encuentro, bien vale transcribir la relación escrita por Fray Bartolomé de las Casas, que sumerge al lector en un entorno a la vez real y mágico.
"... El domingo 17 de setiembre [otros señalan que fue el 18 o el 25 de setiembre], fueron a echar anclas sobre una isleta llamada Quiribrí y en un pueblo en la tierra firme llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente y tierra y estancia que habían hasta allí hallado, por la hermosura de los cerros y sierra, y frescura de los ríos, y arboledas que se iban al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima, llana, de grandes florestas, que parecía un verjel deleitable; llamóla el Almirante La Huerta, y está del dicho pueblo Cariarí una legua pequeña. Está el pueblo junto a un graciosísimo río, adonde concurrió mucha gente de guerra con sus armas, arcos y flechas y varas y macanas, como haciendo rebato y mostrando estar aparejados para defender su tierra. Los hombres traían los cabellos trenzados, revueltos a la cabeza, y las mujeres cortados de la manera que los traen los hombres nuestros; pero como los cristianos les hicieron seña de paz, ellos no pasaron adelante más de mostrar voluntad de trocar sus cosas por las nuestras. Traían mantas de algodón y jaquetas de las dichas y unas águilas de oro bajo que traían al cuello. Estas cosas traían nadando a las barcas, porque aquel día ni otro los españoles no salieron a tierra. De todas ellas no quiso el Almirante que se tocase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no hacían cuenta de ello, y cuanto más de ellas se mostraba mmenosprecio, tanta mayor codicia é importunidad significaban los indios de contratar, haciendo muchas señas, tendiendo las mantas como banderas, y provocándolos á que saliesen a tierra. Mandóles dar el Almirante cosas de rescate de Castilla; mas desque vieron que los cristianos no querían de sus cosas, y que ninguno salía é iba á contratar con ellos, todas las cosas de Castilla que habían recibido las pusieron liadas junto á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo: "pues no queréis de las nuestras, tomaos las vuestras", y así las hallaron todas los cristianos otro día que salieron á tierra. Y como los indios que por aquella comarca estaban sintieron que los cristianos no se fiaban dellos, enviaron un indio viejo, que parecía persona honrada y de estima entre ellos, con una bandera puesta en una vara, como que daban seguridad; y traía dos muchachas, la una de hasta catorce años y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el que las metió en la barca, haciendo señas que podían los cristianos salir seguramente. Salieron, pues, algunos á traer agua para los navíos, estando los indios modestísimos y quietos, y con aviso de no se mover ni hacer cosa por donde los españoles tomasen ocasión de tener algún miedo dellos. Tomada el agua y como se entrasen en las barcas para se volver á los navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las muchachas y las piezas del oro que traían colgadas del cuello; y por la importunación del viejo, lleváronlas consigo; y era cosa de notar las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza viéndose entregar á gente tan extraña y feroz, y, de ellos, en vista y habla y meneos, tan diversa; antes mostraban un semblante alegre y honesto. Desque el Almirante las vido, hízolas vestir y dalles de comer y de las cosas de Castilla, y mandó que luego las tornasen á tierra para que los indios entendiesen que no eran gente que solían usar mal de mujeres; pero llegando á tierra no hallaron persona á quien las diesen, por lo cual las tornaron al navío del Almirante y allí las mandó aquella noche tener con toda honestidad, á buen recaudo. El día siguiente, jueves á 29 de setiembre, las mandó tornar en tierra, donde estaban ya 50 hombres, y el viejo que las había traído las tornó á recibir, mostrando mucho placer con ellas; y volviendo á la tarde las barcas á tierra, hallaron la misma gente con las mozas, y ellas y ellos volvieron á los cristianos todo cuanto se les había dado, sin querer que dello quedase alguna cosa. Otro día, saliendo el Adelantado [Bartolomé Colón] á tierra para tomar lengua y hacer información de aquella gente, llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecía, junto á la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los brazos hasta sentarlo en las hierbas muy frescas de la ribera, y preguntándoles algunas cosas por señas, mandó al escribano que escribiese lo que decían; los cuales se alborotaron de tal manera, viendo la tinta y el papel y que escribían, que los más echaron á huir, creyóse que por temor que no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizos, porque por ventura se usaban hechizos entre ellos, y presumióse porque, cuando llegaban cerca de los cristianos, derramaban por el aire unos polvos hacia ellos, y de los mismos polvos hacían sahumerios, procurando que el humo fuese hacia los cristianos; y por este mismo temor quizá no quisieron que quedase con ellos cosa de las que les habían dado de las nuestras. Reparados los navíos de lo que habían menester y oreados los bastimentos y recreada la gente que iba enferma, mandó el Almirante que salise su hermano, el Adelantado, con alguna gente á tierra para ver el pueblo y la manera y trato que los moradores de él tenían; donde vieron que dentro de sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas, tenían sepulturas en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados, sin algún mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de algodón, y encima de la sepultura estaban unas tablas y en ellas esculpidas figuras de animales, y en algunas la figura del que estaba sepultado, y con él joyas de oro y cuentas y cosas que por más preciosas tenían. Mandó el Almirante tomar algunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar consigo y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no sin gran escándalo de los demás, y de los siete, dos escogió que parecían los más honrados y principales; á los demás dejaron ir, dándoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á entender por señas que aquellos tomaban por guías y después se los enviarían. Pero poco los consoló este decir, por lo cual luego, el siguiente día, vino á la plaza mucha gente, y enviaron cuatro por embajadores al navío del Almirante; prometían de dar de lo que tenían y que les diesen los dos hombres, que debían ser personas de calidad, y luego trujeron dos puercos de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños. No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino mandar dar á los mensajeros que habían venido algunas de las bujerías de Castilla y pagarles sus porquezuelos que habían traído... Levantó, pues, las anclas de esta provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de octubre, y navegó á la de Zarabaró, hacia el Oriente..." [6]
La presencia italiana en Costa Rica durante el período colonial se reduce a unos pocos individuos, en su casi totalidad procedentes desde el norte de la península, especialmente de la zona de Génova, tierra de navegantes. No conocemos en realidad las motivaciones por las cuales esos hombres valientes se lanzaron a la aventura; tan sólo sabemos que unos se unieron al séquito de Conquistadores o Gobernadores españoles. Muchos eran marinos de profesión; dejaron su oficio y se dedicaron al comercio, tal como les permitía su nuevo ámbito. Residieron en casi todos los casos en la capital, Cartago. Aparentemente, en ese período, ninguna mujer italiana se atrevió a trasladarse y vivir en nuestra tierra, pero unos cuantos de esos pocos hombres fundaron las familias italianas más antiguas de Costa Rica, como los Bertora, los Granados, los Valerín y los Volio. Veamos en detalle sus vicisitudes.
Parafacilitar la consulta, las reseñas biográficas de los italianos que llegaron en tiempos coloniales de Costa Rica, se presentan por orden alfabético [7]. Además, se advierte que luego de cada biografía se hace mención a los documentos o bibliografía que han proporcionado la información y que para simplificar las citas acerca de las fuentes, en muchos casos comunes, se remite a un listado específico en un APÉNDICE agregado al final del presente artículo.
"...aquel terriblísimo país de ningún modo se podía conquistar por estar lleno de asperísimos bosques y de crudelísimas montañas, y que allí no solamente no se podía andar á caballo, sino que en muchos lugares aun los hombres con gran pena apenas podían andar á pie; y que todos los capitanes que habían entrado en aquellos países, entre muertos de hambre é matados por los indios, habían perdido allí casi todos los españoles que consigo llevaban..."
ANCR | = ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA. |
CCC | = Complementario Colonial Cartago N. 1349 y 4133 |
CCG | = Complementario Colonial Guatemala N. 665 |
MCC | = Mortuales Colonial Cartago N. 544, 691, 971, 1312, 1325 y 1347 |
MSJ | = Mortuales San José N. 39 |
PAC | = Protocolos Antiguos Cartago N. 1036 |
PASJ | = Protocolos Antiguos San José N. 474 |
PC | = Protocolos de Cartago N. 857 |
(1) | Aguilar Bonilla, Manuel. "Semblanza del Dr. Esteban Corti". San José: Acta Médica Costarricense. Número especial, 1982, pp. 39-44. |
(2) | Arié, Adriano. "Relación histórica de la Colonia Italiana en Costa Rica". En: Varios Autores, República de Costa Rica. Su historia y desenvolvimiento cultural, agrícola e industrial. San José: Imprenta Gutenberg, 1935. |
(3) | Fernández, León. Historia de Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, 1975. |
(4) | Fernández Guardia, Ricardo. Cartilla Histórica de Costa Rica. San José: Librería e Imprenta Lehmann, 28a ed., 1957. |
(5) | González, Luis Felipe. Historia de la influencia extranjera en el desenvolvimiento educacional y científico de Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, 1976. |
(6) | Granados L., Dulce M. y Mauricio Meléndez O. "El genovés Francisco Granados y sus descendientes". San José: Revista Asogehi, N. 2, julio-diciembre de 1996, pp. 9-63. |
(7) | Meléndez, Carlos. Conquistadores y Pobladores. Orígenes histórico-sociales de los Costarricenses. San José: EUNED, 1982. |
(8) | Revista de la Academia de Ciencias Genealógicas. San José: N. 27, 1981, pp. 379-385. |
(9) | Sanabria, Víctor. Genealogías de Cartago hasta 1850. Varios tomos. Costa Rica: s.e., s.p. |
(10) | Valladares, Manuel "La Causa del Dr. Esteban Corti". San José: Revista de los Archivos Nacionales., N. 3 y 4, 1939, pp. 132-169. |
[*] | El presente artículo es el segundo que publica Acta Académica, los otros han
aparecido en los números siguientes:
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[1] | Según la clasificación de Luis Seguí Gonzáles. La inmigración y su contribución al desarrollo. Caracas: Monte Avila Editores, 1969. Citado por H. Eugenio Herrera B. Los alemanes y el poder político en Costa Rica: hacia un estudio de la participación política del inmigrante extranjero. (San José: U.C.R., tesis, 1981) pp. 28-34. |
[2] | Lo anterior es una síntesis extraída de la obra de Jaime Vicens Vives. Historia General Moderna. 2 tomos (Barcelona: Montaner y Simón S.A., 9a ed., 1974). |
[3] | Lo referido acerca del período colonial costarricense se encuentra en el primer capítulo del trabajo de Elizabeth Fonseca. Costa Rica colonial. La tierra y el hombre. (San José: Educa, 1986) pp. 21-50. |
[4] | Consideraciones expuestas por Víctor Hugo Acuña O. e Iván Molina J. en: El desarrollo económico y social de Costa Rica: de la Colonia a la crisis de 1930. (San José: Alma Mater, 1986) p. 8. |
[5] | La historiografía ha puesto punto final acerca de la veracidad del lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. Ver: Pierre Chaunu. La expansión europea (siglos XII al XV). (Barcelona: Editorial Labor S.A., 2a ed., 1a reimpr., 1982) p. 106. |
[6] | León Fernández. Historia de Costa Rica. (San José: Editorial Costa Rica, 1975) pp. 18-20. |
[7] | Casi todas las biografías referidas se han publicado en un artículo de Rita Bariatti. "La presencia italiana en Costa Rica durante el período colonial". (San José: Revista Asogehi, N. 1, marzo de 1996) pp. 34-40. |
[1] | UNAS ACLARACIONES PREVIAS |
[2] | EL MUNDO ITALIANO |
[3] | EL MUNDO COLONIAL COSTARRICENSE |
[4] | CRISTÓBAL COLÓN |
[5] | UNOS CUANTOS VALIENTES |
[6] | LAS BIOGRAFÍAS |
Notas de pie de página |
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Fuentes secundarias |
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Indice |
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Acerca de la autora |
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Acerca de este documento |
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Principio
Indice Final |
Rita Bariatti: Historiadora, maestra del Stvdivm Generale Costarricense de la UACA y profesora de la Escuela de Historia de la UNA. Ha publicado acerca de la Metodología de la Historia, la Enseñanza de los Estudios Sociales y la Inmigración Italiana en Costa Rica.
Rita Bariatti <rimolo@racsa.co.cr>
Referencia: | Bariatti, Rita: La inmigración italiana en Costa Rica
- (Segunda Parte), Revista Acta Académica,
Universidad Autónoma de Centro América, Número 22,
pp [109114], ISSN 10177507, Mayo 1998. |
Internet: | http://www.uaca.ac.cr/acta/1998may/rita.htm
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Autor: | Rita Bariatti <rimolo@racsa.co.cr>
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Contacto: | Apdo 6459-1000, San José Costa Rica Tel: (506) 234-0701 Fax: (506) 232-0475 |
Revisión: | UACA, Enero 1998 |
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