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Revista
Acta Académica


Universidad Autónoma de Centro América 

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La inmigración italiana en Costa Rica


(Segunda Parte)[*]

Rita Bariatti

Cristofiru Culumbu, chi facisti?
La megghiu giuvintú tu rruvinasti.
(Calabria)

LA INMIGRACIÓN ESPORÁDICA DURANTE EL PERIODO COLONIAL

1. UNAS ACLARACIONES PREVIAS [<>] [\/] [/\]

     Es necesario, en primer lugar, esclarecer en qué consiste una migración esporádica. La respuesta es que se trata sencillamente de una migración aislada, ocasional y cuantitativamente poco importante y que, sin embargo, por esas mismas propiedades no deja de ser importante como fenómeno social en sí, porque no se puede excluir que pueda ser cualitativamente significativa. En Costa Rica, durante el período colonial y más de tres cuartas partes del siglo decimonono, las inmigraciones italianas tuvieron ese carácter de esporádico. Específicamente al período colonial, desde 1502 hasta 1821, delimitamos el presente artículo. Es éste un período que ha sido tachado de "prohibitivo" por los expertos en cuanto a las condiciones de América Latina para favorecer la llegada de inmigrantes[1]. Empero, antes de analizar el lugar de acogida de esos inmigrantes (o tal vez, para esa época sería mejor especificar la categoría de navegadores, exploradores, viajeros y aventureros) es necesario mencionar las condiciones socio-económico-políticas que existían en tierras italianas (o bien itálicas) para esa época.

2. EL MUNDO ITALIANO [<>] [\/] [/\]

     Durante los siglos XV y XVI Italia fue escenario de una abigarrada lucha entre franceses, españoles y suizos. Al retirarse los franceses, la paz de Utrecht-Rastadt (1713-1714) no logró mejorar la situación de una Italia agotada por el esfuerzo del Renacimiento y políticamente disgregada en varios Estados, casi todos sometidos a la influencia de España. Sin embargo, desde finales del siglo XVI, se venía fortaleciendo en el norte la Casa de Saboya. La campaña de Napoleón Bonaparte en Italia (1796-1797) creó la República Cisalpina, transformada en República Italiana (1802-1804) y en Reino de Italia (1805-1814). Pero luego los tratados de 1815 entregaron Lombardía a Austria [2].

     En ese ambiente de constante inestabilidad, quién sabe cuántos italianos (o bien itálicos) hubieran deseado dejar su tierra en la búsqueda de nuevos horizontes. Pero las condiciones de una travesía ultramarina eran, para la época, bastante inseguras, para no hablar además de las incertidumbres al llegar a una tierra igualmente dominada por los españoles y poco atractiva económicamente, tal como era la Provincia de Costa Rica.

3. EL MUNDO COLONIAL COSTARRICENSE [<>] [\/] [/\]

     Durante el período colonial español, la Gobernación de Costa Rica formó parte de la Capitanía General de Guatemala y –a partir de 1670– también de la Real Audiencia guatemalteca en lo judicial. Aunque la región había sido objeto de exploraciones a partir de 1519, la verdadera conquista de Costa Rica no empezó sino hasta 1560, con la expedición de Juan de Cavallón. La ciudad de Cartago, la capital, fue fundada en 1564.

     Nuestra provincia se caracterizó por ser especialmente marginada en el contexto colonial español de América. En general, sobresalieron una condición de aislamiento y una economía de subsistencia, cuyas causas se han justificado principalmente en la falta de población indígena, la ausencia de minas, la carencia de vías de comunicación, la política mercantilista de la época y la negligencia general de las autoridades. Por lo tanto, los capitales existentes eran escasos y limitados, el comercio exterior era reducido, faltaba moneda circulante y mano de obra. La estructura social costarricense del período colonial fue caracterizada por un proceso de mestizaje especialmente rápido, lo que favoreció cierto nivelamiento de la sociedad. Existía una pobreza generalizada, pero no por eso se puede hablar de una verdadera democracia rural o racial, de eso se ha hecho un mito injustificado [3].

     Empero, esas condiciones de estancamiento socio-económico cambiaron a partir de mediados del siglo XVIII y se dieron tres procesos básicos: crecimiento demográfico, colonización agrícola y auge comercial [4]. Así que, acercándose al siglo XIX, las condiciones para el extranjero que decidiera trasladarse a tierra costarricense eran paulatinamente más favorables que en las treinta décadas anteriores.

     Las fuentes coloniales de los archivos costarricenses nos han permitido una aproximación a una reconstrucción biográfica –que según las fortuitas circunstancias documentales resulta más o menos completa– de los pocos italianos que arribaron al país. El primero fue nada menos que el Gran Almirante Cristóbal Colón, junto con sus hombres.

4. CRISTÓBAL COLÓN [<>] [\/] [/\]

     El genovés [5] Cristóbal Colón, según sus historiadores, llegó a tierra costarricense en el año de 1502, durante su cuarto y último viaje de descubrimiento. Fondeó en la bahía de Limón porque necesitaba reparar los barcos y descansar él y su gente; en aquel entonces los habitantes de la zona eran los caribes. Para evocar ese lejano encuentro, bien vale transcribir la relación escrita por Fray Bartolomé de las Casas, que sumerge al lector en un entorno a la vez real y mágico.

"... El domingo 17 de setiembre [otros señalan que fue el 18 o el 25 de setiembre], fueron a echar anclas sobre una isleta llamada Quiribrí y en un pueblo en la tierra firme llamado Cariarí. Allí hallaron la mejor gente y tierra y estancia que habían hasta allí hallado, por la hermosura de los cerros y sierra, y frescura de los ríos, y arboledas que se iban al cielo de altas, y la isleta verde, fresquísima, llana, de grandes florestas, que parecía un verjel deleitable; llamóla el Almirante La Huerta, y está del dicho pueblo Cariarí una legua pequeña. Está el pueblo junto a un graciosísimo río, adonde concurrió mucha gente de guerra con sus armas, arcos y flechas y varas y macanas, como haciendo rebato y mostrando estar aparejados para defender su tierra. Los hombres traían los cabellos trenzados, revueltos a la cabeza, y las mujeres cortados de la manera que los traen los hombres nuestros; pero como los cristianos les hicieron seña de paz, ellos no pasaron adelante más de mostrar voluntad de trocar sus cosas por las nuestras. Traían mantas de algodón y jaquetas de las dichas y unas águilas de oro bajo que traían al cuello. Estas cosas traían nadando a las barcas, porque aquel día ni otro los españoles no salieron a tierra. De todas ellas no quiso el Almirante que se tocase cosa, por, disimulando, dalles á entender que no hacían cuenta de ello, y cuanto más de ellas se mostraba mmenosprecio, tanta mayor codicia é importunidad significaban los indios de contratar, haciendo muchas señas, tendiendo las mantas como banderas, y provocándolos á que saliesen a tierra. Mandóles dar el Almirante cosas de rescate de Castilla; mas desque vieron que los cristianos no querían de sus cosas, y que ninguno salía é iba á contratar con ellos, todas las cosas de Castilla que habían recibido las pusieron liadas junto á la mar, sin que faltase la menor dellas, casi diciendo: "pues no queréis de las nuestras, tomaos las vuestras", y así las hallaron todas los cristianos otro día que salieron á tierra. Y como los indios que por aquella comarca estaban sintieron que los cristianos no se fiaban dellos, enviaron un indio viejo, que parecía persona honrada y de estima entre ellos, con una bandera puesta en una vara, como que daban seguridad; y traía dos muchachas, la una de hasta catorce años y la otra de hasta ocho, con ciertas joyas de oro al cuello, el que las metió en la barca, haciendo señas que podían los cristianos salir seguramente. Salieron, pues, algunos á traer agua para los navíos, estando los indios modestísimos y quietos, y con aviso de no se mover ni hacer cosa por donde los españoles tomasen ocasión de tener algún miedo dellos. Tomada el agua y como se entrasen en las barcas para se volver á los navíos, hacíanles señas que llevasen consigo las muchachas y las piezas del oro que traían colgadas del cuello; y por la importunación del viejo, lleváronlas consigo; y era cosa de notar las muchachas no mostrar señal de pena ni tristeza viéndose entregar á gente tan extraña y feroz, y, de ellos, en vista y habla y meneos, tan diversa; antes mostraban un semblante alegre y honesto. Desque el Almirante las vido, hízolas vestir y dalles de comer y de las cosas de Castilla, y mandó que luego las tornasen á tierra para que los indios entendiesen que no eran gente que solían usar mal de mujeres; pero llegando á tierra no hallaron persona á quien las diesen, por lo cual las tornaron al navío del Almirante y allí las mandó aquella noche tener con toda honestidad, á buen recaudo. El día siguiente, jueves á 29 de setiembre, las mandó tornar en tierra, donde estaban ya 50 hombres, y el viejo que las había traído las tornó á recibir, mostrando mucho placer con ellas; y volviendo á la tarde las barcas á tierra, hallaron la misma gente con las mozas, y ellas y ellos volvieron á los cristianos todo cuanto se les había dado, sin querer que dello quedase alguna cosa. Otro día, saliendo el Adelantado [Bartolomé Colón] á tierra para tomar lengua y hacer información de aquella gente, llegáronse dos indios de los más honrados, á lo que parecía, junto á la barca donde iba, y tomáronlo en medio por los brazos hasta sentarlo en las hierbas muy frescas de la ribera, y preguntándoles algunas cosas por señas, mandó al escribano que escribiese lo que decían; los cuales se alborotaron de tal manera, viendo la tinta y el papel y que escribían, que los más echaron á huir, creyóse que por temor que no fuesen algunas palabras ó señales para los hechizos, porque por ventura se usaban hechizos entre ellos, y presumióse porque, cuando llegaban cerca de los cristianos, derramaban por el aire unos polvos hacia ellos, y de los mismos polvos hacían sahumerios, procurando que el humo fuese hacia los cristianos; y por este mismo temor quizá no quisieron que quedase con ellos cosa de las que les habían dado de las nuestras. Reparados los navíos de lo que habían menester y oreados los bastimentos y recreada la gente que iba enferma, mandó el Almirante que salise su hermano, el Adelantado, con alguna gente á tierra para ver el pueblo y la manera y trato que los moradores de él tenían; donde vieron que dentro de sus casas, que eran de madera cubiertas de cañas, tenían sepulturas en que estaban cuerpos muertos, secos y mirrados, sin algún mal olor, envueltos en unas mantas ó sábanas de algodón, y encima de la sepultura estaban unas tablas y en ellas esculpidas figuras de animales, y en algunas la figura del que estaba sepultado, y con él joyas de oro y cuentas y cosas que por más preciosas tenían. Mandó el Almirante tomar algunos de aquellos indios, por fuerza, para llevar consigo y saber dellos los secretos de la tierra. Tomaron siete, no sin gran escándalo de los demás, y de los siete, dos escogió que parecían los más honrados y principales; á los demás dejaron ir, dándoles algunas cosas de las de Castilla, dándoles á entender por señas que aquellos tomaban por guías y después se los enviarían. Pero poco los consoló este decir, por lo cual luego, el siguiente día, vino á la plaza mucha gente, y enviaron cuatro por embajadores al navío del Almirante; prometían de dar de lo que tenían y que les diesen los dos hombres, que debían ser personas de calidad, y luego trujeron dos puercos de la tierra, en presente, que son muy bravos, aunque pequeños. No quiso restituirles los dos presos el Almirante, sino mandar dar á los mensajeros que habían venido algunas de las bujerías de Castilla y pagarles sus porquezuelos que habían traído... Levantó, pues, las anclas de esta provincia ó pueblos de Cariarí, 5 de octubre, y navegó á la de Zarabaró, hacia el Oriente..." [6]

5. UNOS CUANTOS VALIENTES [<>] [\/] [/\]

     La presencia italiana en Costa Rica durante el período colonial se reduce a unos pocos individuos, en su casi totalidad procedentes desde el norte de la península, especialmente de la zona de Génova, tierra de navegantes. No conocemos en realidad las motivaciones por las cuales esos hombres valientes se lanzaron a la aventura; tan sólo sabemos que unos se unieron al séquito de Conquistadores o Gobernadores españoles. Muchos eran marinos de profesión; dejaron su oficio y se dedicaron al comercio, tal como les permitía su nuevo ámbito. Residieron en casi todos los casos en la capital, Cartago. Aparentemente, en ese período, ninguna mujer italiana se atrevió a trasladarse y vivir en nuestra tierra, pero unos cuantos de esos pocos hombres fundaron las familias italianas más antiguas de Costa Rica, como los Bertora, los Granados, los Valerín y los Volio. Veamos en detalle sus vicisitudes.

6. LAS BIOGRAFÍAS [<>] [\/] [/\]

      Parafacilitar la consulta, las reseñas biográficas de los italianos que llegaron en tiempos coloniales de Costa Rica, se presentan por orden alfabético [7]. Además, se advierte que luego de cada biografía se hace mención a los documentos o bibliografía que han proporcionado la información y que para simplificar las citas acerca de las fuentes, en muchos casos comunes, se remite a un listado específico en un APÉNDICE agregado al final del presente artículo.

ACOSTA AMONTE, LÁZARO
Natural de Génova, hijo de Carlos Acosta y Magdalena Amonte. Casó en Cartago en 1707 con Felipa Ocón y Trillo. Sus descendientes se trasladaron a Heredia.
[Granados y Meléndez (6) pp. 10 y 29]
ADÁN (o PIEDRA ADÁN), JUAN BAUTISTA
Hijo de Juan Bautista Adán y de Isabel Landi, natural de la ciudad de Luca. Casó en Cartago en 1773 con María Josefa Marín Muñoz. No dejó descendencia.
[Granados y Meléndez (6) pp. 10 y 29]
BENZONI, GIROLAMO
De profesión historiador, había nacido en Milán en 1519. Gran viajero, recorrió Italia, España, Francia y Alemania y en 1541 se vino para América. A fines del año de 1544 pasó a territorio costarricense para unirse al séquito de don Diego de Gutiérrez, Gobernador español que había fundado la Villa de Santiago, por la desembocadura del río Suerre (Reventazón). Se relata que no obstante haber sido bien recibido por los indios de la zona, don Diego hizo apresar a los caciques Camaquire y Cocorí, por lo que los indios se retiraron indignados. Luego, los conquistadores se internaron hasta un lugar llamado Tayutic o Teotique (entre Tuís y Chirripó), donde los nativos los atacaron de sorpresa como represalia, matando a Gutiérrez junto con treinta soldados. Benzoni logró salvarse milagrosamente y se sabe que regresó a Europa en 1556. Allí escribió acerca de sus experiencias en el nuevo continente en una obra famosa titulada Dell’Historie del Mondo Nuovo, que incluye valiosos grabados que atestiguan aspectos culturales de la población indígena de Costa Rica. Así es el relato textual de Benzoni acerca de la conquista de Costa Rica:

"...aquel terriblísimo país de ningún modo se podía conquistar por estar lleno de asperísimos bosques y de crudelísimas montañas, y que allí no solamente no se podía andar á caballo, sino que en muchos lugares aun los hombres con gran pena apenas podían andar á pie; y que todos los capitanes que habían entrado en aquellos países, entre muertos de hambre é matados por los indios, habían perdido allí casi todos los españoles que consigo llevaban..."

[L. Fernández (3) pp. 49-58; L.F. González (5) p. 270]

BERTORA, MATTEO
Nació en Albenga, en el "Reino de Genova", en fecha desconocida, hijo de Santiago y Caterina, ambos de la misma localidad. En su tierra casó con Caterina Rusi; quedó viudo a los tres años de matrimonio y sin descendientes. En 1783 se vino para la América española, donde sirvió en el Cuerpo de Artillería de Su Majestad. Licenciado de las armas, adquirió "principal" y se dedicó al comercio de "géneros de Castilla, alajas de oro y plata labrada y acuñada". En Costa Rica se estableció en San José, donde en 1808 dictó un primer testamento, y se dedicó al comercio y a la minería; casó con Francisca Gerónima Castro y sus hijos fueron: María Catarina, Antonia Josefa y Juan Mateo Bertora Castro. Don Matteo falleció en San José, en julio de 1821.
[ANCR: PAC N. 1036 f. 317v., PASJ N. 474 f. 70, MSJ N. 39; L.F. González (5) p. 43]
BOLIO (VOLIO), CARLO
Hijo de Battista Bolio y Rosa Ridolfi, era originario de Génova y murió en Masaya, Nicaragua, en 1806. Había llegado a Costa Rica el 26 de enero de 1803, en calidad de Capitán de barco mercante. Se sabe que vivió en Cartago y Nicoya, dedicándose –entre otras actividades– a la ganadería. En el momento de su muerte dejó –entre otros bienes– 179 cabezas de ganado, 17 caballos, 30 mulas, 32 yeguas. En 1804 se había casado con Irene Zamora y Coronado y de sus tres hijos, dos de los cuales murieron infantes, sobrevivió sólo José María. La descendencia de éste, quien casó con Juana Llorente y La Fuente, perpetuó el apellido VOLIO en Costa Rica.
[ANCR: MCC N. 1349; V. Sanabria (9) t. VI; Revista (8)]
BRUNO, GIOVANNI BATTISTA
Residente en Cartago, falleció en dicha ciudad en 1723. Hijo de Giovanni Maria Bruno y Angela Boccafigo, era natural de la "Ribera" (entiéndase como la Riviera de Liguria), República de Génova. Antes de llegar a la Provincia de Costa Rica, había residido en Portobelo, formando una compañía de negocios con el veneciano Mario Nicola. Soltero y sin descendientes, se preocupó por dejar en herencia doscientos pesos de cacao y cien pesos en "trastecillos" a una mujer que lo había asistido en su enfermedad. El resto de sus bienes los repartió entre la Divina Majestad, la Capilla del Carmen y el Convento de San Francisco.
[ANCR: CCC N. 4133, MCC N. 544]
CHAPUI, ANTONIO
Natural de la ciudad de Génova, hijo de Bartolomeo Chapui y Maddalena Cosido. Falleció en 1712 en Cartago, donde residía. Comerciaba en telas de toda clase y tenía negocios también en Esparza. Casado con Josepha Torres de Cartago, les sobrevivió un único hijo: José Antonio (también conocido como Manuel Antonio). Este fue el bien conocido filántropo Presbítero MANUEL ANTONIO CHAPUI DE TORRES (1710-1783), quien había estudiado en Guatemala, donde vivía su tío abuelo materno el Presbítero Pedro Morales Meléndez; este fue por largo tiempo director de la Congregación de San Felipe Neri y el Oratorio de Cristo en la ciudad de Guatemala. El Padre Chapui fue el primer cura de San José (o Villanueva) por el real Patronato, de 1772 a 1782. En 1783 legó a beneficio de los habitantes de la villa vastas tierras; éstas incluían no solo La Sabana, sino casi todo lo que es hoy la ciudad de San José, abarcando parte de Zapote, Guadalupe, San Juan de Tibás y la Uruca. Para esa época el distrito de San José contaba con 4.869 habitantes, de los cuales 577 eran españoles, 3.664 mestizos y 628 mulatos. A la memoria del Padre Chapui se ha dedicado el antiguo Hospicio del Paseo Colón y más recientemente el Parque Metropolitano de la Sabana.
[ANCR: MCC N. 691; A. Arié (2) p. 323; R. Fernández G. (4) p. 48; V. Sanabria (9) t.I]
CORTI, STEFANO (Esteban Corti o Curti o Curtis)
Se le considera como el primer médico con verdadera formación profesional que llegó a Costa Rica y se convirtió en un personaje resonante al ser enjuiciado en una de las causas más notables del Santo Oficio en el Reino de Guatemala. En 1753 había nacido en Lomazzo, por el lago de Como. En Milán había realizado estudios de gramática, filosofía, botánica, farmacia, química y mineralogía, y luego pasó a Pavía; allí donde adquirió conocimientos médicos al lado del Doctor Borsieri. En 1781 desde Génova se embarcó para Barcelona, donde cosechó grandes éxitos como médico; sin embargo, entre 1786 y 1789 empezaron a acumularse en el Santo Oficio acusaciones en su contra por vida licenciosa y actos supersticiosos y contra la fe. En busca del amparo del conde Greppi, Embajador italiano, Corti se trasladó a Madrid, donde conoció y curó a don José Vásquez y Tellez, recién nombrado Gobernador de España en Costa Rica, quien le propuso que lo acompañara a su nuevo destino. En Cartago el médico fue aceptado inmediatamente por la mejor sociedad y alcanzó un éxito extraordinario en sus curaciones, aunque daba algo que hablar por su carácter caprichoso e irrespetuoso y tendencias al libertinaje; se rumoraba que en esa ciudad había dejado amplia descendencia. Nuevamente no tardaron las delaciones al Santo Oficio, que en 1791 inició la información correspondiente, llegando a formular en su contra veinticuatro delitos graves. Esas denuncias se han interpretado también como fruto de la envidia de medicastros desplazados por la indiscutible habilidad profesional de Corti. En 1794, previa incautación de los muchos bienes que poseía, el doctor fue apresado y remitido "a lomo de equino" al Tribunal de la Nueva España. En el trayecto hacia México, el reo dio constantes muestras de su profesionalidad en atender a enfermos; eso ocasionó, en cada ciudad en donde pasara, presiones oficiales para su permanencia, mas se mantuvo inconmovible la posición de las jerarquías eclesiásticas. En fin, en febrero de 1796, en la ciudad de México se le presentó la acusación formal, engrosada a ochenta y ocho capítulos, que además lo vinculaba como secuaz de Voltaire y Rousseau, cuyos escritos en realidad desconocía. Al año siguiente, en Veracruz, fue embarcado rumbo a España, donde nunca llegó. En medio de los conflictos bélicos de la época, arribó a La Habana, donde residió hasta 1802; desapareció misteriosamente la noche anterior de su regreso al viejo continente, reclamado por la Inquisición. Se ha señalado que en 1825 falleció en Filadelfia, Estados Unidos.
[M. Aguilar Bonilla (1); M. Valladares (10)]
FERRETI (o FERRETO, o GINOVÉS)
este último correspondería a genovés u oriundo de Génova), FRANCISCO. Había nacido por Génova cerca del año de 1512. Fue uno de los conquistadores que junto con Cavallón vinieron a Costa Rica, donde permaneció largo tiempo. Tuvo varias encomiendas: en 1569 en el pueblo de Corinca con 300 indios, luego en Istarú y en 1605 de la parcialidad de Viceíta con 40 indios. Se cita como presunto hijo suyo un Francisco Ginovés que murió en Talamanca en 1607 por manos de los indios Quequexques. Además, para 1604 se cita un Alonso Ferreto de Hoces y luego un Juan Ferreto.
[C. Meléndez, (7) pp. 220-221]
GRANADOS (o DE GRANADA), FRANCISCO
Natural de Génova, nació hacia 1660 y vivió presumiblemente hacia 1716. Casó en 1688 en Cartago con Francisca Brígida Chacón, con quien tuvo seis hijos: CARLOS (Alférez), INÉS, NICOLÁS (Capitán), FRANCISCO (Alférez), DIEGO y ANA GERTRUDIS GRANADOS CHACÓN. Enviudado, casó en 1708 en la misma ciudad con Josefa Agüero Carrillo, teniendo ese matrimonio cinco hijos: FRANCISCO, DIEGO, MARÍA MANUELA, JUAN y CATARINA GRANADOS AGÜERO. Poseía dos casas: una en Cartago (construida sobre horcones, cubierta de paja y semiembarrada) y otra (también edificada sobre horcones, cubierta con teja y una cocina de paja) que se ubicaba a 5,5 kilómetros de la Vieja Metrópoli, a orilla del río de Paz. En este último lugar tenía 50 reses vacunas, 18 caballos mansos, 7 yeguas "de vientre", 4 bestias mulares y 3 yuntas de bueyes herrados. Solicitó ser sepultado con una mortaja blanca en la iglesia parroquial de esa ciudad. Dejó una amplísima descendencia, que se ha estudiado genealógicamente hasta la tercera generación.
[Granados y Meléndez (6)]
MALATESTA, GIOVANNI ANGELO
Murió en Cartago en 1700. De origen genovés, fue negociante (o "tratante", como se decía entonces). Entre otros productos vendía aguardiente, colonia de Venecia, peines de marfil. No dejó descendencia.
[ANCR: MCC N. 971]
MILANÉS, VICENCIO
Nació en Milán en 1522. En Costa Rica, para 1563 era vecino de Garcimuñoz y pasó con Vásquez de Coronado a las jornadas de Quepo y Coto. Al año siguiente obtuvo tierras en el valle de Landecho. Es probable que fuera hijo suyo Pablo Milanés del Castillo.
[C. Meléndez (7) p. 232]
REGAZIO, GIANGIACOMO
Nativo de la villa de Poschiavo, en el Estado de Milán, sus padres fueron Francesco Regazio y Domenica Compagnoni. En 1703 casó con Francisca Victoria López Serrano en Cartago, y al año siguiente falleció sin tener descendientes. Poseía cacaotales en Matina.
[ANCR: PC N. 857 f. 18v.; V. Sanabria (9) t. V]
ROMÁN (originalmente SANCHEZ VILLAR), ANTONIO
Natural de Roma, casó en 1711 en Cartago con Ana María Alcayna. Casi todos sus descendientes usaron el apellido Román.
[Granados y Meléndez (6) pp. 10 y 29]
SCLOPIS, GIUSEPPE
De origen piamontés, para 1791 se le reporta como residente en Villavieja (Heredia). Sólo se sabe que se dedicaba al comercio.
[ANCR: CCG N. 665; M. Valladares (10)]
VALERÍN (ver VALERINO BOSANA, BENITO y GIROLAMO)
VALERINO BOSANA, BENITO
Nacido en la Señoría de Génova en 1630, hijo de Agostino Valerino y Betina Bosana. En Génova se casó con Maddalena Vigo y no tuvo hijos. En Costa Rica se estableció en Cartago; había viajado a América en busca de su hermano Girolamo (ver) y se asoció con él en varios negocios. En 1680, durante un viaje a Panamá para vender mulas, había enfermado y falleció luego en Cartago.
[ANCR: MCC N. 1312; V. Sanabria (9) t. VI]
VALERINO BOSANA, GIROLAMO
Oriundo de la villa de Voltri, cerca de Génova, nació en 1635. En Costa Rica casó con Antonia López, de la cual no tuvo hijos y en segundas nupcias con Francisca Esquivel de Cartago, con la cual tuvo amplia descendencia. Ostentaba el rango de Capitán y se dedicó con su hermano Benito (ver) a cultivar cacao en el valle de Matina y al tráfico de mulas hacia Panamá. En el censo de vecinos de la ciudad de Cartago de 1691 aparece entre los principales ganaderos, propietario de aproximadamente cien cabezas bovinas. Murió en Cartago en 1705, dejando herederos a sus hijos: AGUSTÍN, PETRONILA (nacida en 1665, casó con el Capitán Juan Antonio Castro), ANDRÉS, MANUELA (nacida en 1670, casó con Diego Santiago de Cárdenas), GERTRUDIS (nacida en 1672), JUANA (nacida en 1680), GERÓNIMO, ANTONIO y MATÍAS VALERINO ESQUIVEL. Don Girolamo fue el fundador de la familia VALERINO en Costa Rica. Este apellido se convirtió después en VALERÍN.
[ANCR: Mortuales Colonial Cartago N. 1325; V. Sanabria (9) t. VI]
VOLIO (ver BOLIO)

APÉNDICE
FUENTES DE REFERENCIA PARA LAS BIOGRAFÍAS [<>] [\/] [/\]

FUENTES PRIMARIAS

ANCR = ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA.
CCC = Complementario Colonial Cartago N. 1349 y 4133
CCG = Complementario Colonial Guatemala N. 665
MCC = Mortuales Colonial Cartago N. 544, 691, 971, 1312, 1325 y 1347
MSJ = Mortuales San José N. 39
PAC = Protocolos Antiguos Cartago N. 1036
PASJ = Protocolos Antiguos San José N. 474
PC = Protocolos de Cartago N. 857

FUENTES SECUNDARIAS

(1) Aguilar Bonilla, Manuel. "Semblanza del Dr. Esteban Corti". San José: Acta Médica Costarricense. Número especial, 1982, pp. 39-44.
(2) Arié, Adriano. "Relación histórica de la Colonia Italiana en Costa Rica". En: Varios Autores, República de Costa Rica. Su historia y desenvolvimiento cultural, agrícola e industrial. San José: Imprenta Gutenberg, 1935.
(3) Fernández, León. Historia de Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, 1975.
(4) Fernández Guardia, Ricardo. Cartilla Histórica de Costa Rica. San José: Librería e Imprenta Lehmann, 28a ed., 1957.
(5) González, Luis Felipe. Historia de la influencia extranjera en el desenvolvimiento educacional y científico de Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, 1976.
(6) Granados L., Dulce M. y Mauricio Meléndez O. "El genovés Francisco Granados y sus descendientes". San José: Revista Asogehi, N. 2, julio-diciembre de 1996, pp. 9-63.
(7) Meléndez, Carlos. Conquistadores y Pobladores. Orígenes histórico-sociales de los Costarricenses. San José: EUNED, 1982.
(8) Revista de la Academia de Ciencias Genealógicas. San José: N. 27, 1981, pp. 379-385.
(9) Sanabria, Víctor. Genealogías de Cartago hasta 1850. Varios tomos. Costa Rica: s.e., s.p.
(10) Valladares, Manuel "La Causa del Dr. Esteban Corti". San José: Revista de los Archivos Nacionales., N. 3 y 4, 1939, pp. 132-169.

Notas de pie de página [<>] [\/] [/\]

[*] El presente artículo es el segundo que publica Acta Académica, los otros han aparecido en los números siguientes:
  • La inmigración italiana en Costa Rica, Primera Parte:
    Acta Académica, Noviembre 1997 pp. [179­183].
  • La inmigración italiana en Costa Rica, Segunda Parte:
    Acta Académica, Mayo 1998 pp. [109­114].
  • La inmigración italiana en Costa Rica, Tercera Parte:
    Acta Académica, Noviembre 1998 pp. [140­152].
  • La inmigración italiana en Costa Rica, Cuarta Parte:
    Acta Académica, Mayo 1999 pp. [207­217].
  • La inmigración italiana en Costa Rica, Quinta Parte:
    Acta Académica, Noviembre 1999 pp. [141­144].
[1] Según la clasificación de Luis Seguí Gonzáles. La inmigración y su contribución al desarrollo. Caracas: Monte Avila Editores, 1969. Citado por H. Eugenio Herrera B. Los alemanes y el poder político en Costa Rica: hacia un estudio de la participación política del inmigrante extranjero. (San José: U.C.R., tesis, 1981) pp. 28-34.
[2] Lo anterior es una síntesis extraída de la obra de Jaime Vicens Vives. Historia General Moderna. 2 tomos (Barcelona: Montaner y Simón S.A., 9a ed., 1974).
[3] Lo referido acerca del período colonial costarricense se encuentra en el primer capítulo del trabajo de Elizabeth Fonseca. Costa Rica colonial. La tierra y el hombre. (San José: Educa, 1986) pp. 21-50.
[4] Consideraciones expuestas por Víctor Hugo Acuña O. e Iván Molina J. en: El desarrollo económico y social de Costa Rica: de la Colonia a la crisis de 1930. (San José: Alma Mater, 1986) p. 8.
[5] La historiografía ha puesto punto final acerca de la veracidad del lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. Ver: Pierre Chaunu. La expansión europea (siglos XII al XV). (Barcelona: Editorial Labor S.A., 2a ed., 1a reimpr., 1982) p. 106.
[6] León Fernández. Historia de Costa Rica. (San José: Editorial Costa Rica, 1975) pp. 18-20.
[7] Casi todas las biografías referidas se han publicado en un artículo de Rita Bariatti. "La presencia italiana en Costa Rica durante el período colonial". (San José: Revista Asogehi, N. 1, marzo de 1996) pp. 34-40.

Indice [<>] [\/] [/\]

[1] UNAS ACLARACIONES PREVIAS
[2] EL MUNDO ITALIANO
[3] EL MUNDO COLONIAL COSTARRICENSE
[4] CRISTÓBAL COLÓN
[5] UNOS CUANTOS VALIENTES
[6] LAS BIOGRAFÍAS

Notas de pie de página
Fuentes secundarias
Indice
Acerca de la autora
Acerca de este documento
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Acerca de la autora [<>] [\/] [/\]

Rita Bariatti: Historiadora, maestra del Stvdivm Generale Costarricense de la UACA y profesora de la Escuela de Historia de la UNA. Ha publicado acerca de la Metodología de la Historia, la Enseñanza de los Estudios Sociales y la Inmigración Italiana en Costa Rica.

[mailto] Rita Bariatti <rimolo@racsa.co.cr>


Acerca de este documento [<>] [\/] [/\]

Referencia: Bariatti, Rita: La inmigración italiana en Costa Rica - (Segunda Parte), Revista Acta Académica, Universidad Autónoma de Centro América, Número 22, pp [109­114], ISSN 1017­7507, Mayo 1998.
Internet: http://www.uaca.ac.cr/acta/1998may/rita.htm
Autor: Rita Bariatti <rimolo@racsa.co.cr>
Contacto: Apdo 6459-1000, San José Costa Rica
Tel: (506) 234-0701       Fax: (506) 232-0475
Revisión: UACA, Enero 1998
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