Acta Académica Universidad Autónoma de Centro América |
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En el contexto general de la inmigración italiana en Costa Rica, destaca especialmente la corriente migratoria[1] masiva de los años 1887 y 1888, por varias razones de índole cuantitativa y cualitativa. Primeramente, sobresale lo cuantioso de esa inmigración, al llegar a casi millar y medio de individuos. Luego resaltan otros aspectos: que los inmigrantes eran oriundos de una misma provincia del norte de Italia (o bien de lugares muy aledaños a ella), que habían firmado un contrato para trabajar en la construcción del ferrocarril al Atlántico, que protagonizaron la famosa "huelga de los italianos" y que, en fin, sentaron las bases para que se constituyera en el país una comunidad italiana consistente.
En la década de 1880, Italia era una nación recién consolidada y aunque se había proclamado la unidad política en 1870, más difícil de obtener era la unidad de los italianos. El parlamento de doble cámara, modelo inglés, se había pronto dividido en una pluralidad de partidos, permaneciendo el regionalismo como nota característica de la política italiana.[2]
En el ámbito internacional, Italia había pasado a constituir en 1882 la Triple Alianza con Austria y Alemania. En 1885, había empezado una política de expansión colonial en Africa; con la colonización, Italia buscaba prestigio, quería encontrar una solución a la creciente emigración y esperaba hallar nuevos mercados. [3]
En cuanto al desarrollo económico, la base industrial italiana existente en esa década de 1880 era restringida a la zona noroeste del país. Por su parte, la modernización del agro se había dado solamente en las llanuras del río Po –en la baja Lombardía– donde se cultivaban preferentemente cereales. Sin embargo, la competencia del trigo americano, entre 1884 y 1888, generó caída de precios y desocupación en las zonas italianas dedicadas a ese cultivo y pronto la crisis agraria abarcó todos los demás sectores económicos.[4] Fueron aquellos los años "negros" de la economía italiana.
Como respuesta a los problemas imperantes se verificaron protestas sociales y las emigraciones; estas últimas, a partir de 1880, incluían grupos mayores. Entre las protestas, destacó el movimiento campesino llamado LA BOJE, que sacudió a la provincia de Mantua (región de Lombardía) en 1885.[5] Y es exactamente desde esa provincia que se contrató la mayoría de los emigrantes italianos que vinieron a Costa Rica, entre 1887 y 1888, para trabajar en la finalización del ferrocarril al Atlántico. Fueron dos grandes expediciones de trabajadores. Primero, en noviembre de 1887 salió desde Génova el vapor Australia con 756 trabajadores a bordo.[6] Luego, el 23 de marzo de 1888, se firmó en Ostiglia (pequeña ciudad de la provincia de Mantua, a orillas del río Po) un contrato entre un representante del empresario ferrocarrilero Mr. Minor C. Keith y un representante de un numeroso grupo de trabajadores; a mediados de abril salía el vapor Elisa Anna con "cerca de 700 u 800 emigrantes".[7]
Se ha dicho que en la década de 1880 se respiraba en Costa Rica: "...una atmósfera más o menos franca y continua de prosperidad...el campo sigue dando grandes oportunidades de trabajo y de vida, aun para el asalaridado y el pequeño propietario; en la ciudad hay amplio y remunerador margen de actividad para el comercio, pequeño y grande, los oficios, las industrias, y las profesiones; el Estado cuenta con rentas más o menos suficientes para subvenir a los gastos públicos y para emprender obras materiales de gran aliento...".[8]
Tal ambiente de progreso fue lo que deberían
haber encontrado los emigrantes italianos al llegar al país; esos italianos se
habían desplazado para contribuir en la finalización del ferrocarril al
Atlántico. Faltaba unir el ramal de Cartago con la Junta, siguiendo el valle
del Reventazón: los nuevos trabajos se reanudaron en agosto de 1886. [9] La conclusión de la infraestructura ferrocarrilera
era vital para la economía agroexportadora costarricense, pero la obra –iniciada
en 1871– había sufrido interrupciones y atrasos debido a dificultades
financieras, de medio ambiente y de consecución de mano de obra.
Para febrero de 1887, el empresario del ferrocarril, Minor Cooper Keith, tenía cuatrocientos hombres trabajando en los extremos de la nueva línea, pero se necesitaban muchos más.[10] En octubre del mismo año (fallidos los intentos de sus comisionados en Italia, Islas Canarias e Islas de Cabo Verde) el empresario tuvo que viajar personalmente a Londres para conseguir trabajadores italianos.[11]
Y bien, el 12 de diciembre de 1887 fondeó en Limón el vapor Australia. Los doctores Calneck (médico del ferrocarril) y Castro (médico de pueblo en Limón) visitaron el barco y encontraron 762 italianos –seis más de los que se esperaba– y señalaron que los inmigrantes se encontraban "...en perfecto estado de salud...son jóvenes y bien desarrollados, de manera que será esta una inmigración de importancia suma para el país. Los equipajes serán fumigados...".[12]
En una solicitud de febrero de 1888, Mr. Keith manifestaba la necesidad de traer otros setecientos y ochocientos italianos del norte porque: "La conducta de los que allí han venido, me induce á [sic] ello. Son buenos trabajadores, económicos, humildes, nada dados al licor, casi todos saben leer y escribir y de una raza superior que haría bien al país, mezclándose con la nativa".[13]
Efectivamente, el 10 de mayo de 1888 atracaba en Limón el vapor Elisa Anna, con 671 nuevos trabajadores y su médico.[14] Sumaba así 1433 el número de los inmigrantes italianos. La mayoría de esos trabajadores fue enviada a trabajar por el Reventazón, zona particularmente difícil. En efecto, aunque la porción de vía férrea entre Cartago y el cruce ferroviario del Reventazón era de sólo 52 millas, tenía el mayor desnivel de toda la línea: ascendía desde los 200 hasta los 4500 pies. Además, se encontraban rocas duras, y las erosiones y los desprendimientos de tierra agregaban ulterior peligro.[15] Como si no fuera suficiente, era notorio que las condiciones climáticas de la zona eran consideradas mortíferas, tanto que los costarricenses se rehusaban a trabajar allí, no obstante el ofrecimiento de altas retribuciones.[16] No es de extrañarse que se produjera una huelga de los trabajadores italianos; ya en el pasado ferrocarrilero había habido motines de trabajadores chinos.[17]
En octubre de 1888, los trabajadores italianos alojados en la zona del Reventazón promovieron una huelga tan masiva como lo había sido su inmigración.
Los italianos ya habían dado signos de disconformidad en mayo y en junio de ese año; a mediados de este último mes, poco después de llegar el segundo grupo de trabajadores, se verificaron escenas de pánico y abandono de los campamentos puesto que los enfermos de "calenturas" habían alcanzado el cincuenta por ciento. [18] Eran "...calenturas de que es difícil escapar en lugares poco altos y donde se está removiendo la tierra bajo una temperatura ardiente...". [19] Esas primeras quejas de los trabajadores italianos llegaron a ser conocidas por los medios diplomáticos italianos, puesto que el gobierno de Costa Rica se apresuró a informar al Encargado de Negocios de Italia en Guatemala que se había nombrado un comisionado (J. B. Calvo) para investigar las condiciones en que vivían los trabajadores italianos en los campamentos. El informe resultante, con fecha 15 de agosto de 1888, proporcionaba un buen marco de referencia. Para empezar, la distribución de un total de 1310 trabajadores italianos en la zona de Reventazón se encontraba repartida en nueve campamentos: El Yas, La Cidra, Santiago, Quebrada Honda, Jerusalén, Buena Ventura, La Gloria, La Constancia y Las Animas. Estas localidades distaban de Cartago entre 9 y 30 millas inglesas (1 milla inglesa era equivalente a 1600 metros), de lo que se infiere que las distancias entre los campamentos eran bastante reducidas. A ese número de 1310 italianos empleados por la empresa ferrocarrilera, había que agregar "pequeñas partidas de albañiles ocupados en las obras de mampostería en diferentes lugares de la vía". [20] Resulta así completa la ubicación de la totalidad de los inmigrados.
El informe de la inspección oficial de agosto de 1888 señalaba que los italianos presentaban orden, disciplina y buen ánimo; su aspecto era más robusto y fuerte respecto a los demás trabajadores; también sus condiciones de trabajo –en salario y alimentación– eran superiores a aquellas de los operarios costarricenses. [21]
Y bien, a pesar de tanto optimismo, el descontento de los trabajadores italianos estalló el 20 de octubre de 1888: todos abandonaron los campamentos del Reventazón y huyeron hacia Cartago. Dos días después, el apoderado de Mr. Keith, C.F. Willis, solicitó formalmente al Agente de Policía de esa ciudad el arresto de los huelguistas, en caso que no regresaran al trabajo.[22] Ese mismo 22 de octubre, la Agencia de Policía de Cartago inició una sumaria sobre el caso. Por su parte, los italianos nombraron inmediatamente a un apoderado (don Víctor Robbio, residente en Cartago desde hace años) y expusieron ante la misma Agencia sus quejas: los campamentos eran casi todos malsanos, carecían de asistencia médica y de medicinas como estaba estipulado en el contrato y hace más de un mes que no recibían salario. Los firmantes de la denuncia eran numerosos, entre otras destacan con claridad las firmas siguientes: Aguzzi Albino, Artuni Domenico, Avanzi Erminio, Balista Aristodemo, Banfini Luigi, Bansi Lazzaro, Barbieri Luigi, Barelli Pietro, Baroni Antonio, Battura Alberto, Bavelloni Tomaso, Begnozzi Vittorio, Bellati Carlo, Bernardoni Giuseppe, Biancardi Gloriano, Bianchini Gerardo, Bocchi Francesco, Bononi Cesare, Boschini Davide, Bottura Odoardo, Bozzini Artebano, Bruncolini Fidelelso, Cabarelli Camillo, Calenati Giuseppe, Cantoni Francesco, Caracelli Anselmo, Cassaldelli Luigi, Casselli Francesco, Cesti Pietro, Chiavelli Giulio, Chiavelli Luigi, Cinavelli Beniamino, Covadelli Achille, Covadi Secondo, Diomechi Santo, Fabanelli Lodovico, Fabbri Cesare, Fabbri Giacomo, Fioraventi Carlo, Fioravanti Giacomo, Foce Antonio, Freddi Antonio, Furci Luigi, Furgeri Luigi, Franzini Giulio, Gangini Rodolfo, Genovi Antonio, Germani Giuseppe, Ghelfi Luigi, Ghiraldini Lorenzo, Grossi Luigi, Lanza Luigi, Laurini Luigi, Leracciolo Luigi, Longhi Anselmo, Magnani Amadeo, Maiestri Giuseppe, Mantovani Giovanni, Martigieli Rizieri, Martini Vincenzo, Mazzali Felice, Mini Giuseppe, Minzotti Celso, Montagnini Angelo, Motta, Negri Fortunato, Oltra Mario, Padovani Antonio, Pedrazzi Francesco, Pedrazzoli Giovanni, Piva Giovanni, Piva Luigi, Poltronieri Antonio, Pradella Angelo, Pradella Giovanni, Pulga Ambrogio, Reti Vittorio, Risi Leopoldo, Roccaniscia Adelelmo, Rompani Umberto, Rossi Antonio, Ruggi Agide, Sabbioni Giusto, Sartoresi Benvenuto, Scomenitini Clemente, Segala Antonio, Segala Gaetano, Segnini Vincenzo, Sgarbi Remo, Speltri Giacomo, Spinardi Pompeo, Tasi Riccardo, Tioli Luigi, Trassi Giuseppe, Varani Pellegrino, Vasconi Ariodante, Ventura Francesco, Veri Angelo, Vincenzi Angelo, Vincenzi Dario, Vivi Anselmo, Zapparoli Angelo, Zapparoli Antonio, Zapparoli Liberato, Zerbinati Carlo, Zoegni Domenico.[23]
Las reclamaciones de los italianos eran ciertas y fácilmente justificadas. En primer lugar, hasta el mismo empresario tenía conciencia de lo malsano de la región donde había enviado a los inmigrados, puesto que había afirmado que "El clima del Reventazón, con pocas excepciones, no puede ser resistido si no es por negros de Antillas".[24] Además, que los huelguistas habían carecido de asistencia médica era realidad, puesto que en su informe oficial J.B. Calvo relataba que: "Había tres médicos durante los meses últimos; pero en la semana anterior dos...han tenido que ausentarse por motivo de salud".[25] Así que la asistencia sanitaria de tantos trabajadores, en una zona tan insalubre, había quedado a cargo de un solo galeno. En fin, era verdad también lo de la falta de retribución salarial, de parte de la Empresa se confirmó que desde el mes de agosto no se pagaban sueldos.[26] La actitud de Mr. Keith fue tajante: "No pagaré ni daré comida á los italianos hasta que ellos regresen á sus respectivos campamentos y demuestren á los Jefes de ellos estar conformes y trabajando". [27] [sic] Pero la respuesta italiana se mantuvo firme y compacta, amparada al contrato que el segundo grupo de emigrantes había firmado en Italia con un representante del Empresario. Ese contrato, con fecha del 23 de marzo de 1888, contemplaba con pormenores derechos y deberes de los trabajadores, incluyendo la asistencia médica al trabajador y su repatriación a costa de la Empresa en caso de enfermedad crónica o bien que su salud se viera afectada por el clima.[28]
Custodiados en el edificio del Mercado de Cartago, los italianos en huelga demostraban orden y respeto, así lo relataba la prensa.[29] En una hoja que hicieron circular entre la población, los huelguistas plasmaron clara y dignamente sus quejas. Decían entre otras razones:
"24 octubre 1888. No era nuestra intención hacer conocer al público nuestros negocios, más como el Señor M. C. Keith ha principiado, estamos prontos a mostrar...la verdad de los hechos que nos han obligado á abandonar los campos de nuestro trabajo...La primera causa fue...que...los trabajos se efectuaron en lugares peligrosos para nuestras existencias. Nos tocó pues, la triste suerte, de vernos casi todos atacados por la peste y tener que huir. Pero Ud., señor Empresario, no escucha ni ha escuchado más que las mentiras de sus médicos y administradores! (Los italianos) han seguido muriendo en todos los campamentos y hospitales; ayer mismo se sepultaba uno en Juan Viñas y otro en Santiago...Pagadnos, señor Keith, y después enviadnos á nuestra patria como lo debéis. UNO POR TODOS".[30] [sic]
Acerca de los enfermos, la estadística sanitaria del Dr. James Austin corroboraba que, para el mes de setiembre de 1888, el porcentaje promedio sobre el total de los trabajadores superaba el 28%; en el caso del campamento de "Las Animas" (el más alejado), el mismo se elevaba al 78%, indicando claramente las pésimas condiciones de salubridad existentes.[31] [sic]
Además, una certificación oficial con fecha 25 de octubre corroboraba que, entre el 10 de junio y el 13 de octubre de 1888, habían fallecido 32 italianos (25 en campamento y 7 en hospital, lo que denota la pésima asistencia médica). La causa de muerte, en más de la mitad de ellos, se debía a "fiebre", posiblemente paludismo. Como segunda causa se mencionaba la disentería, probablemente debida a descomposición de alimentos. En fin, el porcentaje de mortalidad sobre el número total de trabajadores resultaba ser del 2.24%, índice demasiado elevado para un período de cuatro meses en una población joven adulta,[32] a pesar que un informe oficial levantado por una comisión de médicos, con fecha 24 de octubre, señalaba que la tasa de mortalidad era "relativamente pequeña" y que "la enfermedad mayor que los aflige (a los italianos) es el mal de patria".[33] Otras fuentes, de índole periodística, han señalado que la cantidad de fallecidos había sido el doble, sumando 64 italianos, lo que demuestra que la situación era mucho más grave.[34]
Queremos ofrecer aquí un especial homenaje a esos italianos que dejaron su vida en la construcción del ferrocarril de Costa Rica y un profundo luto en sus familias en la tierra de origen. Desde la certificación mencionada al 25 de octubre, ellos se llamaron en vida: Alberto Gerardo, Amadei Francesco, Barbi Giacomo, Baroni Luciano, Basoli Umberto, Belini Massimiliano, Benati Luigi, Berogni Paolo, Bertoni Pietro, Biocardo Luigi, Borgi Antonio, Costa Pietro, Ellori Bai, Fione Pasquale, Gabete Alfonso, Grigoli Luigi, Macari Giovanni, Mantovani Angelo, Masoni Enrico, Melagni Oliviero, Meloni Oliviero, Piva Gaetano, Pritti Secondo, Ranci Agostino, Riengo Nicola, Suilli Martino, Spinardi Augusto, Tadei Luigi, Trazzi Massimiliano, Verone Paolo, Vilpini Giuseppe, Zanca Luigi.[35] A ellos, y a los demás, la colectividad italiana erigió, en marzo de 1955, un monumento con columna truncada que se encuentra en la estación de Turrialba, a un costado de la línea ferrocarrilera. En la placa está impresa la siguiente dedicatoria:
A LA MEMORIA DE LOS TRABAJADORES ITALIANOS PIONEROS INTREPIDOS QUIENES SACRIFICANDO SU VIDA EN LA LUCHA TENAZ CONTRA LA NATURALEZA Y EL CLIMA CONTRIBUYERON AL PROGRESO DE COSTA RICA |
Todo está dicho en estas palabras.[36]
Hay evidencia que un buen número de italianos recibió asistencia en el Hospital de Cartago luego de la huida de los campamentos.[37] Por su parte, la Agencia Principal de Policía de esa misma ciudad se declaró, el 31 de octubre, incompetente para emitir un fallo.[38] La situación quedaba así en un punto muerto.
Pocos días después, una resolución del Gobierno dispuso que los italianos volvieran a sus trabajos y que el empresario les pagara lo adeudado.[39] El Vice-Cónsul de Italia en Costa Rica, doctor Julio Corvetti (quien había llegado junto con el segundo grupo de inmigrantes), se empeñó en convencer a sus compatriotas que aceptaran tales condiciones, [40] pero los italianos siguieron su actitud firme en exigir la repatriación. [41] Esperando una solución al conflicto, varios de ellos se colocaron en haciendas y casas particulares.[42]
Por parte del Gobierno de Costa Rica, hubo real interés en emplear a los huelguistas en trabajos públicos o empresas particulares,[43] y aquí vale subrayar su participación activa en los sucesos. No podía ser diferente, puesto que una huelga de cerca de 1400 trabajadores extranjeros, aunque dirigida contra su Empresario, representaba no solamente un fenómeno social nunca visto, sino un verdadero problema nacional. Además, los italianos encontraron un apoyo incondicional también en la población costarricense, que los ayudó materialmente, alimentándolos y hospedándolos.[44]
El 15 de noviembre, ya casi todos trasladados de Cartago a San José, los italianos fueron reunidos en el Parque Morazán por el Gobernador de la Provincia. Se les advirtió que por ley era prohibido vagar por las calles, que había buena ocupación en muchas haciendas en la cogida del café y se les indicó como buen abogado defensor al licenciado Félix Montero. Los italianos contestaron que la palabra de uno era de todos, tan solo exigían que Mr. Keith les pagara y los devolviera a su patria.[45] En la reunión hubo cierto tumulto, sin mayor consecuencia que un herido; éste era un italiano que ese día estaba podando un viñedo en la casa del doctor Durán y al escuchar los gritos había salido a ver lo ocurrido, pero un policía lo había maltratado.[46] Ese mismo 15 de noviembre, en la Agencia Principal de Policía de San José se levantó una acusación por vagancia contra varios Caporales o Jefes de Escuadra. Eran ellos: Aldi Desiderio, Bacchiega Antonio, Ballela Pietro (artesano, 44 años, soltero), Baroldi Pietro, Bianchini Gerardo (artesano, mayor de edad, casado), Ercolani Giuseppe (artesano, 55 años, viudo), Fornigoni Antonino, Fornigoni Francesco (labrador, 44 años, casado), Goldoni Lorenzo (jornalero, 18 años, soltero), Luzzi Primo (albañil, 26 años, soltero), Martini Luigi, Maselli Bartolo (carbonero, 30 años, casado), Motta Domenico (jornalero, 33 años, casado), Rampani Umberto (jornalero, 20 años, soltero), Risi Leopoldo (agricultor, mayor de edad, casado), Sabbioni Giusto (maestro de escuela, 42 años, casado), Salmi Ercole, Tabarelli Domenico, Tabarelli Lodovico (jornalero, 20 años, soltero), Tioli Giuseppe, Vivi Anselmo (jornalero, 27 años, casado). A los pocos días, algunos de ellos demostraron encontrarse enfermos (Martini, Maselli y Sabbioni) o bien estar trabajando (Ballela, Goldoni y Luzzi).[47]
Aunque unos cuantos ya estaban colocados, la mayoría de los huelguistas no renunció a sus propósitos iniciales y buscaba soluciones. En una solicitud al Ministro del Interior, con fecha 17 de noviembre de 1888, más de 1200 italianos pedían justicia al Gobierno y denunciaban el abandono en que los había dejado su Cónsul. Insistían en ser repatriados a costa del gobierno de Costa Rica, siendo luego reintegrados los gastos por el gobierno de Italia o bien por el Consolato Operaio Italiano; se quedarían en el país varios de ellos, formando una comisión para garantizar la devolución de la suma anticipada y también para seguir los intereses de los trabajadores contra el Empresario. Firmaban el documento los siguientes Caporales: Benoni Cesare, Bianchini Gerardo, Leraccioli Luigi, Pedrazzoli Giovanni, Rampani Umberto, Risi Leopoldo, Sabbioni Giusto, Ventura Francesco, Vivi Anselmo, Zerbinati Carlo. [48]
No se hizo esperar mucho una resolución definida por parte del gobierno de Costa Rica. Con fecha 20 de noviembre de 1888, un Decreto Ejecutivo disponía la traída de las familias de los trabajadores italianos, con tal que éstos se quedaran en el país. [49] ¡Claro ejemplo de la ideología liberal imperante para esa época en América Latina, que consideraba tan conveniente la inmigración europea!
Para principios de diciembre, se reportaba que la huelga estaba declinando. De los huelguistas, unos habían vuelto a los campamentos, muchos habían encontrado otra ocupación, y también había varias solicitudes de ellos acogiéndose al Decreto gubernamental.[50] Era inminente una resolución final.
Ya antes de la declración de huelga, la opinión pública italiana estaba enterada de la precaria situación de sus hijos en Costa Rica, porque parientes de los trabajadores, al recibir noticias alarmantes, habían alertado a las autoridades.[51] El asunto de la huelga había trascendido en Italia hasta los niveles más altos de la esfera política. El 14 de marzo de 1889, en el Parlamento italiano se decidió enviar a Costa Rica un vapor para embarcar a los italianos que desearan volver a su patria.[52] ¡Demasiado tarde! Tres días antes ya habían salido, rumbo al puerto de Limón, más de ochocientos italianos decididos a ser repatriados.[53] Efectivamente, el 16 de marzo, a las 10 a.m., fondeó en Limón el vapor francés Ferdinand de Lesseps, que a las 7 p.m. del mismo día zarpaba con 848 trabajadores italianos a bordo. [54] Se comentó que habían vuelto a su patria con los recursos de su trabajo y donativos de personas filantrópicas.[55] El agradecimiento de los italianos a la generosidad de los costarricenses quedó plasmado en una publicación del diario La República; decían textualmente:
"...Volveremos á nuestro país, mas el dulce recuerdo de los generosos ciudadanos de Cartago y de San José quedará en nuestro corazón por toda la vida, pues no podremos nunca olvidar que si vamos hoy á abrazar á nuestros pobres hijos lo debemos á amor de fraternidad con que nos han acogido cuando necesitábamos de todo. Por esto nuestro grito será siempre "¡Vivan los costarricenses!". Los italianos". [56] [sic]
En efecto, la experiencia en tierra costarricense tenía que perdurar en los repatriados a lo largo de toda su vida: un testimonio de ello fue la obra del campesino y poeta MASSIMO FIORAVANTI BOSI. Don Massimo había nacido en Calto (provincia de Rovigo) en 1863. Hijo de campesinos pobres, logró estudiar hasta tercer grado y luego tuvo que dedicarse al cultivo de la campiña para ayudar a sus padres. Seducido por el espejismo de una mejor suerte, junto con muchos otros compatriotas llegó a Costa Rica en diciembre de 1887 y se quedó hasta marzo de 1889, sufriendo las vicisitudes del emigrante abandonado a su suerte. Luego de una experiencia negativa en Roma como albañil, optó por regresar a Calto, donde transcurrió el resto de su vida trabajando la tierra. En su amplia obra poética, acerca de su experiencia en Costa Rica, dedicó un soneto y un poema. De este último, titulado Ricordi di Costa Rica, vale reportar algunos trozos, que recuerdan con nostalgia y emotividad las vivencias del trabajador emigrado:
..........
Mi ricordo Limon, caldo e malsano
Senza traccia di fede,
Che solo, accanto al mar, nel suo pantano
A far da porto siede.
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Pur di quei dí la caritá rammento
Di S.José pietosa
Che della fame ci lení il tormento
Come madre amorosa.
E ne l’abbandono, itali perduti,
Ci dispensava il riso:
Che mangiavamo per le vie seduti
Senza rossor nel viso.
..........
Ricordo delle alture, ove abitate
L’eterna primavera
E al basso, verso il mar, l’eterna estate
Dove la febbre impera.
..........
Ricordo S.José fra i monti assiso
Quale di gioie un velo
Dove par che raccolgano il sorriso
Arte, natura e cielo.
..........
Ma piú d’ogni costume e d’ogni loco,
Che bello vi circonda,
E piú d’ogni bellezza e d’ogni gioco
Ricordo Quebrada Honda,
In cui col dí nascente in un pensiero
Dolce cordial tributo,
Della famiglia coll’affetto intero
Mi giungeva il saluto.
..........
Assieme ai vostri generosi cuori,
Ignari degli inganni,
Assieme ai vostri monti e ai vostri fiori
Ricordo i miei vent’anni.[57]
Muchos de los inmigrantes italianos para el ferrocarril habían decidido quedarse a vivir en Costa Rica. Ahora, restando al número total de los trabajadores (llegados en los dos grupos) los repatriados y los fallecidos, se deduce que los italianos que optaron por quedarse en Costa Rica fueron 521. Los Censos de Población de 1883 y 1892 confirman este dato: si en 1883 se habían registrado 63 italianos, en 1892 su número había aumentado a 622. De ellos, el 74% se concentraba en los cuatro distritos principales de la ciudad de San José y los demás se encontraban dispersos en otros Cantones de la provincia de San José o bien en las demás Provincias.[58] En definitiva, reduciendo a porcentajes las vicisitudes del grupo masivo de trabajadores italianos que llegaron a Costa Rica en los años de 1887 y 1888, se evidencia el siguiente balance: el 4.5% falleció, el 59.5% fue repatriado y el 36% prefirió radicarse en el país. Este último grupo dio el impulso decisivo para que se formara en Costa Rica una verdadera comunidad italiana numéricamente consistente, alcanzando casi el 10% de la población extranjera y llegando a ocupar el segundo lugar en colonia de extranjeros, después de los españoles. [59]
Es preciso aclarar que aún no se han hallado documentos que incluyan listados completos de nombres y apellidos de los inmigrantes italianos, sino tan sólo el número global de ellos. Sabemos que de ese grupo masivo quedaron en Costa Rica más de quinientos. Empero las biografías se limitan a unos pocos apellidos, o sea a los casos en que la información documental expresaba datos pormenorizados y certeros. Vale nuevamente recordar que las variables y azarosas riquezas de las fuentes consultadas han sido circunstanciales; eso ha determinado la mayor o menor amplitud de las biografías.
Aunque no se haya podido hallar datos suficientes, sino tan solo indicios, existen muchas probabilidades de que otros apellidos hayan pertenecido al grupo masivo de inmigrantes italianos que prefirieron radicarse en Costa Rica. Más bien, aprovechamos la oportunidad para pedir colaboración a los lectores de este artículo: si les fuera posible proporcionar información al respecto, que nos comuniquen los datos y se podría así enriquecer la presente investigación. He aquí un ulterior listado:
AGLIETTI, ALDI MARCHINI Cesare, ALDI MARCHINI Emanuele, ALDI MARCHINI Giovanni, ARBUSTINI BELEA Giovanni, BARONI GAVAZZONI Antigio, BARONI GAVAZZONI Francesco, BELLATI (o bien BENATI) Carlo, BENATTI Attilio, BETTONI LUI Ernesto, BUGANZA Aristide, BUGANZA DOSILE Rafael, BULGARELLI Francesco, BULGARELLI Giuseppe, CORAZZARI Vincenzo, D’AVANZO (o DAVANZO) Vincenzo, GIUSTI Antonio, GRIGOLI Luigi, LANZONI Enrico, LANZONI.Emanuele, LONGHI Paolo, MANTOVANI Luigi, MARTINELLI Attilio, PIERANTONELLI Domenico, POPI Vittorio, PRETTI Franco, ROVERSI Vittorio, TIOLI Giuseppe, VERZOLA Angelo Carlo, VINCENZI Zeffirino (fue el padre del célebre escritor y filósofo Moisés Vincenzi Pacheco), ZANETTI, ZANIBONI Luigi, ZANIBONI Raimondo, ZAPPAROLI Macedonio, ZAPPAROLI Vincenzo.
Llegaron más de mil cuatrocientos, eran jóvenes y fuertes. Algunos dejaron sus vidas, muchos se devolvieron. Quedaron más de quinientos en su segunda patria: unos se trajeron sus valientes esposas e hijos de Italia para compartir una vida nueva y otros se integraron con hijas del país, estrechando el vínculo italo-costarricense. Vinieron después –tipo inmigración en cadena– parientes, amigos o simples conocidos de los que habían quedado o de los que se habían devuelto, y lo mismo, o se traían a sus familias o bien se unían con costarricenses. Empero, la numerosa comunidad recién configurada no quiso perder su ser e identidad: prueba de ello fue la fundación de diversas asociaciones italianas, como se verá más adelante.
A. FUENTES PRIMARIAS
ANCR. =
ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA a. = asiento A.I = Alcaldía Primera A.II = Alcaldía Segunda A.III = Alcaldía Tercera A.U. = Alcaldía Unica f. = folio fs . = folios i. = informante particular J.Civ. = Juzgado Civil J.Cont.Adm. = Juzgado Contencioso Administrativo J. Cr. = Juzgado del Crimen J.I Civ. = Juzgado Primero Civil J.II Civ. = Juzgado Segundo Civil J.III Civ. = Juzgado Tercero Civil J.II Cr. = Juzgado Segundo del Crimen Jur. = Jurídico N. = Número p. = página pp. = páginas R.E. = Relaciones Exteriores R.E.I. = Registro perteneciente a la Embajada de Italia en Costa Rica titulado Registro d’iscrizioni dei nazionali nel Costa Rica. 1918-1968. 2 Volúmenes. = S.J. = San José v. = vuelto B. FUENTES SECUNDARIAS
(1) Costa Rica. Libro Azul. San José: Imprenta Alsina, 1916.
(2) Varios Autores. República de Costa Rica. Su historia y desenvolvimiento cultural agrícola e industrial. San José: Imprenta Gütenberg, 1935.
[*] | El presente artículo es el cuarto que publica Acta
Académica, los otros han aparecido en los números siguientes:
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[1] | Para algunos demógrafos es preferible la calificación de "flujo migratorio". |
[2] | Ugo Dettore. Storia d’Italia. (Milano: Garzanti Editore, 1958) pp. 15-16. |
[3] | Giorgio Candeloro. Storia dell’Italia moderna. Vol. VI (Milano: Feltrinelli Editore, 1978) p. 187. |
[4] | Para obtener una visión detallada de la crisis, leer en Ibid., pp. 194-237. |
[5] | Movimiento de protesta así llamado por el lema con que se expresó en dialecto mantuano el enojo de los manifestantes: La boje, la boje e de boto la va de fora (hierve, hierve, y pronto rebosa).Ibid., p. 302. |
[6] | ANCR, R.E., Caja N. 87ª Carta del Cónsul de Costa Rica en Génova, Adolfo Erba, al Ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica, 16 noviembre 1887. Cabe destacar la labor esmerada del Sr. Erba en su calidad de Cónsul y el interés demostrado en las vicisitudes de los emigrados italianos en Costa Rica. |
[7] | ANCR, POLICIA, N. 5282, fs. 3 y 5. El representante de Mr. Keith fue Arturo Vansittart y el de los obreros fue Celso Davoli. |
[8] | Rodrigo Facio. Estudio sobre economía costarricense. (San José: Editorial Costa Rica, 1975) p. 68. |
[9] | Francisco María Núñez. Iniciación y desarrollo de las vías de comunicación y empresas de transporte en Costa Rica. (San José: Imprenta Nacional, 1924) p. 64. |
[10] | Great Britain Foreign Office, Diplomatic and Consular Reports,
Annual Series, 1887, N. 121. Citado por Charles Macune. The building of the Atlantic Railroad of Costa Rica. 1821-1891 (Tesis, Texas Christian University, 1961) p. 124. |
[11] | Panama Star and Herald (8 de octubre, p. 1), Citado por Macune, Ibid., p. 125. |
[12] | ANCR, GUERRA, N. 6826. Carta desde Limón, firmada F. Ulloa, al Ministro de Marina, 14 diciembre 1887. |
[13] | ANCR, FOMENTO, N. 1131, 23 febrero 1888. |
[14] | La Gaceta (24 mayo 1888, p. 598). |
[15] | Macune. Op. Cit., pp. 126-127. |
[16] | Núñez. Op. Cit., p. 48 y Tomás Soley Guell. Historia económica y hacendaria de Costa Rica. Tomo II. (San José: Editorial Universitaria, 1947) p. 298. |
[17] | En 1873 llegaron al país 653 chinos y el maltrato que recibieron provocó en 1874 una rebelión, hecho estudiado por Jeffrey Casey en: "El ferrocarril al Atlántico en Costa Rica, 1871-1874". Anuario de Estudios Centroamericanos, N. 2 (San José: Editorial Universidad de Costa Rica, 1976) pp. 320-324. |
[18] | Véase las respectivas referencias en: ANCR, R.E., Caja N. 89, Telegrama de Francisco J. Oreamuno al Ministro de RE, 11 mayo 1888; La Gaceta, 19 junio 1888. |
[19] | Informe de J.B.Calvo para el Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, 15 agosto 1888. De ahora en adelante ese documento se llamará "Informe Calvo". ANCR, RE, Caja N. 89, Informe Calvo, f. 9. |
[20] | Ibid., f. 4. |
[21] | Ibid., fs. 11-15. |
[22] | ANCR, POLICIA, N. 5282, f. 1. |
[23] | Ibid., f. 3. |
[24] | ANCR, CONGRESO, N. 10606. |
[25] | Informe Calvo, f. 9. |
[26] | ANCR, POLICIA, N. 5282, f. 1. |
[27] | Ibid., f. 14. |
[28] | El contrato se publicó en el diario La República, 27 octubre 1888, p. 2. |
[29] | La República, 26 octubre 1888, p. 3. |
[30] | ANCR, POLICIA, N. 5282, f. 28. |
[31] | Ibid., f. 16. |
[32] | Ibid., f. 43. |
[33] | ANCR, POLICIA, N. 5282, fs. 35-42. |
[34] | La República, 28 noviembre 1888, p. 3 |
[35] | ANCR, POLICIA, N. 5282, f. 43 Se trata de una certificación extendida, en fecha 25 octobre 1888, por el Comandante Agente de Policía y Registrador Civil de la población de Juan Viñas. |
[36] | Aquí sería oportuno inferir que la creencia, tan arraigada en la colonia italiana residente en Costa Rica, de que "cada durmiente del ferrocarril al Atlántico corresponde a un trabajador italiano muerto", resulta algo exagerada. |
[37] | ANCR, GOBERNACION, N. 7114. |
[38] | ANCR, POLICIA, N. 5282, f. 45. |
[39] | Resolución N. 4 del 8 noviembre 1888. Núñez, op. cit., p. 308. |
[40] | La República, 3 noviembre 1888, p. 3. |
[41] | Ibid., 6 noviembre 1888, p. 2. |
[42] | Ibid., 8 noviembre 1888, p. 4. |
[43] | Carta del Gobernador de Cartago al Secretario de Estado en el Despacho de Gobernación, 8 noviembre 1888. ANCR, GOBERNACION, N. 7114. |
[44] | La República, 8 noviembre 1888, p. 3. |
[45] | ANCR, POLICIA, N. 5020. |
[46] | ANCR, POLICIA, N. 5271. |
[47] | La información pertinente se encuentra en ANCR, POLICIA, N. 2484. |
[48] | ANCR, POLICIA, N. 5020, f. 49. |
[49] | ANCR, FOMENTO, N. 2044. |
[50] | La República, 11 diciembre 1888, p. 3. |
[51] | ANCR, POLICIA, N. 5271. |
[52] | La República, 16 marzo 1889, p. 2. |
[53] | La República, 12 marzo 1889, p. 2. |
[54] | La Gaceta, 20 marzo 1889. |
[55] | ANCR, RREE, Copiador N. 83. Comunicación del Ministro de Relaciones Exteriores al Cónsul de Costa Rica en Trieste, 11 mayo 1889. |
[56] | La República, 13 marzo 1889. |
[57] | Fioravanti Bosi, Massimo. Poesie. (Palmi Calabria: Edizioni Rassegna, 1936) pp. 91-105. La obra había sido editada anteriormente por Vallardi (Milano, 1904). |
[58] | Véase en: República de Costa Rica. Censo de Población. 1883.
(San José: Dirección General de Estadística y Censos, 1975) p. 67 y
República de Costa Rica. Censo de Población 1892 (San José:
Dirección General de Estadística y Censos, 1975) p. CXXI. |
[59] |
Censo de Población 1892, Ibid., pp. CXX-CXXI. |
[1] | Una explicación introductoria |
[2] | El mundo italiano |
[3] | El mundo costarricense |
[4] | La huelga |
[5] | Unos se fueron... |
[6] | ...Otros se quedaron |
[7] | Algunas biografías |
[8] | Un ulterior listado de apellidos |
[9] | Balance final |
[-] | Apendice a las biografías |
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Notas de pie de página | |
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Acerca de la autora | |
Acerca de este documento | |
Principio Indice Final |
Rita Bariatti: Historiadora, maestra del Stvdivm Generale Costarricense de la UACA y profesora de la Escuela de Historia de la UNA. Ha publicado acerca de la Metodología de la Historia, la Enseñanza de los Estudios Sociales y la Inmigración Italiana en Costa Rica. Dirección electrónica: rimolo@sol.racsa.co.cr Fax: 232-0475, Apartado postal: 6459-1000.
Rita Bariatti <rimolo@racsa.co.cr>
Referencia: | Bariatti, Rita: La inmigración italiana en
Costa Rica - (Cuarta Parte), Revista Acta Académica, Universidad
Autónoma de Centro América, Número 24,
pp [207217], ISSN 10177507, Mayo 1999. |
Internet: | http://www.uaca.ac.cr/acta/1999may/rita.htm
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Autor: | Rita Bariatti mailto:Rita%20Bariatti%20[1999may-rita]%20<rimolo@racsa.co.cr>
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Contacto: | Apdo 6459-1000, San José Costa Rica Tel: (506) 234-0701 Fax: (506) 232-0475 |
Revisión: | UACA, Enero 1998 |
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