IGLESIA Y SECTAS
¿Pesadilla o Reto?
Por el P. Flaviano Amatulli
Valente
PERSPECTIVAS DIFERENTES
En
un congreso sobre el asunto de las sectas, tuve una ponencia
titulada «Las Sectas: una presencia inquietante». Al terminar, un
obispo que estaba presente tomó la palabra y presentó su punto de
vista muy diferente del mío. Según él, mi manera de ver el asunto
era esencialmente alarmista, puesto que para su fe las sectas no
representaban ningún peligro serio que la pudiera amenazar o
mínimamente perturbar. Las reacciones de los participantes no se
hicieron esperar y fueron muy enérgicas, rechazando totalmente la
posición del obispo. Por fin alguien subió al estrado y tomó la
palabra. «Sr. Obispo, -dijo- es evidente que el problema de las
sectas no representa un verdadero peligro para su fe. Es teólogo y
obispo; además, vive en el quinto piso. ¿Cuándo algún testigo de
Jehová, mormón, adventista o pentecostal llegará a hablar con Usted?
Y si lo logra, ¿cuándo podrá convencerlo? Es teólogo, conoce bien
los contenidos de la fe. Así que realmente para Usted las sectas no
representan ningún peligro. Pero ¿qué pasa con el católico de la
calle, todo el día expuesto a los asaltos de las más variadas
sectas, sin conocimientos bíblicos y con una vivencia de la fe
extremadamente raquítica? ¿Cómo para él las sectas no van a
representar un serio peligro para su fe?» Como se ve, se puede ver
el asunto de las sectas desde dos puntos de vista muy diferentes:
desde arriba y desde abajo, desde el quinto piso y desde la
calle.
DESDE
EL QUINTO PISO
1.-
Búsqueda
Para los
que ven el asunto de las sectas desde el quinto piso, el problema es
muy sencillo. Según ellos, estamos en un tiempo de crisis. Cada uno
busca la manera de dar sentido a su vida. Si uno no se siente a
gusto en la Iglesia Católica, tiene todo el derecho a buscar por
otro lado (libertad de conciencia y libertad religiosa). Así que no
hay que preocuparse por el asunto de las sectas. Y para aclarar
esto, a veces presentan el ejemplo del restaurante, que, al
ponérsele enfrente otro mejor, empieza a decaer.
Respuesta Por lo general, no son los
católicos los que acuden a las sectas buscando algo que dé sentido a
su vida. Más bien son las sectas las que con todos los medios
posibles tratan de convencer a los católicos a dejar la Iglesia para
pasarse a sus grupos. Y por lo que se refiere al ejemplo del
restaurante, no hay que olvidar que existe una competencia honesta y
otra deshonesta. Y los de las sectas, por lo que se ve, no dudan en
utilizar cualquier medio con el fin de asustar y confundir al
católico, orillándolo a dejar su Iglesia para pasarse con ellos:
próximo fin del mundo, el Papa es la bestia del Apocalipsis, los
católicos adoran las imágenes, etc.; ayuda económica, promesa de
cargos en la organización, etc. Además, aquí no se trata de
reconocer el derecho que tiene cada hombre a buscar y seguir la
verdad según su manera de ver las cosas, sino de ver cómo ayudar a
los «débiles en la fe» a resistir frente al embate de las
sectas.
2.-
Visión científica
Al
tratar el problema de las sectas, los que siguen esta línea, se
abocan a la tarea de clarificar los conceptos sociológicos de
iglesia y secta, haciendo hincapié en el hecho de que la que hoy es
secta, mañana puede volverse en Iglesia, como pasó con la misma
Iglesia Católica, que al principio fue considerada como una secta
del judaísmo y después lo rebasó en gran medida. Según los
seguidores de esta corriente, las únicas sectas que ciertamente
merecen cierta consideración y cuidado, son las de tipo destructivo,
mientras las demás no tienen que preocupar en lo más mínimo, puesto
que representan un fenómeno normal al interior de las grandes
religiones.
Respuesta ¿En qué puede ayudar todo esto al
católico de la calle, continuamente acosado por un sinfín de sectas,
que tratan de confundirlo y conquistarlo para su causa? En nada.
Además, se trata de una perspectiva reductiva y desviante, que
paraliza al católico y lo deja indefenso frente al ataque de las
sectas. De todos modos, para nosotros el problema de las sectas no
es un asunto de nombre; es decir, no consiste en saber si está bien
llamarlas sectas o es más correcto llamarlas iglesias. El problema
es darnos cuenta si respetan o atacan al católico, y en este último
caso ver qué podemos hacer para ayudarlo a no dejarse confundir por
sus ataques o propuestas. Lo del nombre es lo de menos.
3.-
Ecumenismo ingenuo
Se
quiere aplicar a las sectas la receta ecuménica, que evidentemente
no funciona. En realidad, las sectas son esencialmente intolerantes
y proselitistas, no aceptan el diálogo. Lo que hacen es atacar al
católico, con la finalidad de desalentarlo y llevárselo a sus
grupos. Otro problema: para muchos que trabajan en la línea
ecuménica, por el simple hecho de que algún grupo participa en los
encuentros ecuménicos, ya tiene igual derecho de ciudadanía en la
única Iglesia de Cristo y por lo tanto da lo mismo permanecer en la
Iglesia Católica o pasarse a tal o cual grupo ecuménico; lo que
evidentemente no corresponde al concepto católico de ecumenismo, que
mira esencialmente a restablecer la unidad entre los discípulos de
Cristo y no a propiciar mayores divisiones.
4.-
Diálogo interreligioso
Los que
insisten en este aspecto, llegan a pensar que en el fondo todas las
expresiones religiosas son «caminos de salvación» igualmente
válidos, incluyendo la religiosidad popular, las costumbres
religiosas de los pueblos y de una manera especial las grandes
religiones de Oriente. Estando así las cosas, en todo este asunto,
lo que más importa es llevarse bien con todos, dialogar, buscar lo
mejor de cada grupo, más que empeñarse en proteger a los católicos
de los peligros que le puedan llegar de parte de otras expresiones
religiosas.
Respuesta Claro que todos son caminos de
salvación, pero en grados diferentes. Por lo tanto, no es lo mismo
ser católico consciente y practicante que católico de fiestas y nada
más, o musulmán, budista o nuevaeriano. Estando así las cosas, es
obligación del pastor cuidar de las ovejas para que no se desvíen
frente a la fascinación de otras expresiones religiosas y lleguen a
dejar su Iglesia.
5.-
Primacía del Reino de Dios
Se trata
de otro pretexto para diluir siempre más el valor de la pertenencia
a la Iglesia Católica en pro de los llamados «valores del Reino»,
como son la justicia, la paz, la solidaridad, el respeto por la
vida, la ecología, etc. En esta perspectiva, la Iglesia adquiere el
significado de una simple mediación en función del Reino, mediación
de la cual se puede fácilmente prescindir cuando pone en riesgo los
intereses del Reino, así como uno los concibe.
Respuesta La Iglesia no es una simple
mediación para el establecimiento del Reino de Dios; tiene un valor
propio como Cuerpo Místico de Cristo y representa el lugar donde más
se definen, se gestan y se impulsan los mismos valores del Reino.
Sin la acción de la Iglesia, se corre el riesgo de confundir valores
con antivalores, como en el caso del aborto, el divorcio, el
matrimonio entre personas del mismo sexo, etc.
Conclusión
Visto el
problema de las sectas desde el quinto piso, no hay porqué
angustiarse. Cada quién está libre de buscar por aquí y por allá a
ver qué lo llena más, qué da más sentido a su vida, incursionando en
otros grupos de cristianos o no cristianos, creyentes o no
creyentes. Ya no se habla de herejía o apostasía. Todo es bonito,
todo puede ayudar a la propia realización, excepto las sectas
destructivas. Con relación a éstas hay que tener mucho cuidado. Con
relación a los demás grupos, no hay porqué preocuparse. Ahora bien,
que piensen así gente sin ninguna formación, no hay que extrañarse;
que se trate de pastores de almas o teólogos, es realmente
escandaloso. Así se vanifica el papel de Cristo y su Iglesia. ¿Es
admisible esto en católicos de verdad? Por eso en la Iglesia
Católica se ha diluido tanto el empuje misionero. «Si todos los
caminos son igualmente válidos en orden a la salvación, ¿para qué
hacer tanto esfuerzo por predicar el Evangelio fuera de los confines
de la Iglesia, inquietando tantas conciencias, si en fin de cuentas
todo lleva a lo mismo?» Me pregunto: «Esta manera de pensar ¿en qué
puede ayudar al católico de la calle, acosado por las sectas y
deseoso de permanecer fiel al Dios de sus padres?» Creo que haya
llegado el momento de denunciar esta actitud negativa de parte de
muchos pastores de almas y teólogos católicos, que en nombre de un
malentendido ecumenismo y del dialogo interreligioso, están
sembrando la confusión y la desesperanza en el pueblo católico,
propiciando su derrumbe frente al acoso de las sectas.
Evidentemente, no todos los que miran el problema desde el quinto
piso utilizan los mismos argumentos. Cada quien tiene sus argumentos
preferidos. Pero la conclusión es siempre la misma: «las sectas no
son un problema; no se preocupen; si consideran conveniente cambiar
de religión, háganlo con toda tranquilidad. En el fondo todo es lo
mismo». Y el mandato de Cristo de ir a predicar el Evangelio a toda
criatura, ¿qué sentido tiene, si en el fondo es lo mismo Cristo,
Mahoma o Buda? Como se ve, esta mentalidad, que quiere aparentar ser
abierta y comprensiva, en el fondo esconde un gran sentido de
irresponsabilidad y flojera frente a las angustias del pueblo
católico, que pide ayuda a gritos ante la avalancha de las sectas en
actitud de conquista. Ojalá que los de arriba bajen un poco de su
pedestal y se acerquen al pueblo, que sufre a causa de su desinterés
en un asunto que para muchos es cuestión de vida o muerte. DESDE LA
CALLE Es otra visión muy diferente del problema de las
sectas.
Inseguridad y complejo de
inferioridad
El
católico de la calle se siente temeroso frente a los miembros de las
sectas, que tratan de confundirlo para llevárselo a sus grupos. Le
hablan mal de la Iglesia Católica, del Papa, los sacerdotes y la
misma Virgen María, la madre de Jesús. Lo acusan de ser idólatra por
el asunto de las imágenes y pagano, afirmando que su bautismo no
vale. Y todo esto, con el apoyo de la Biblia. Lo asustan con el
cuento del fin del mundo, en que todos los católicos serán
destruidos, mientras sólo ellos se van a salvar. Aseguran que por
todo lo anterior, ningún católico se puede salvar. Si alguien se
quiere salvar, no le queda otra alternativa que abandonar la Iglesia
Católica, la ramera, Babilonia la Grande, para pasarse con ellos. Y
esto todos los días en la casa, en el trabajo, en la calle... Tanto
más cuando un familiar ya dejó la Iglesia y pertenece a un grupo
proselitista. La vida se vuelve en un infierno: no hay paz ni en la
intimidad del hogar. Y el católico se defiende como puede, humillado
y asustado. A veces se vuelve violento, por su misma inseguridad.
Muchas veces opta por cambiar de religión para que el matrimonio no
fracase y haya paz en el hogar.
Abandono
Frente a
esta realidad, el católico se siente abandonado por su Iglesia. Si
acude a la parroquia en busca de asesoría y apoyo, nadie le hace
caso. Nadie sabe nada sobre los ataques de las sectas. Todos le
hablan de no hacerles caso, cerrarles la puerta y seguir firme en la
fe. Pero ¿cómo no hacerle caso y cerrarle la puerta, si se trata de
la mamá, el papá, el hermano o el hijo, que insisten en un cambio de
religión?
Desconocimiento del
problema
Es que
sobre el asunto de las sectas existe un desconocimiento generalizado
en la Iglesia Católica. Los mismos agentes de pastoral, expertos en
otras áreas, sobre el asunto de las sectas están en ayunas. Es que
la mentalidad del quinto piso ha entrado en los seminarios, los
institutos de vida consagrada y los centros catequísticos. En
ninguna parte se enfrenta el problema de las sectas, como es vivido
por el católico de la calle. Así que, al momento de la prueba, todos
huyen al no sentirse competentes acerca de los temas, que presentan
las sectas y al no contar con una respuesta específica al respecto.
Bajo una pantalla de seguridad, apertura y progresismo, se esconde
un mundo de ignorancia, desinterés y cobardía.
UNA
OPORTUNIDAD DESAPROVECHADA
A) A
nivel de masa
Resistencia a la Evangelización ¿Cuál era la
situación del pueblo católico en el pasado? Una masa
tradicionalmente católica, con grandes valores, pero al mismo tiempo
sin un conocimiento explícito de muchas verdades y sin
responsabilidad personal en los asuntos de la comunidad eclesial,
que dependía esencialmente del clero. Se trataba de un sistema
aceptado por todos, que logró mantener unida la comunidad católica
durante mucho tiempo, superando con éxito innumerables dificultades
y enfrentando hasta persecuciones cruentas. En esta situación, era
difícil para el clero realizar una verdadera evangelización, puesto
que el pueblo estaba bien consciente de los distintos roles, que le
correspondían al clero, la vida consagrada y el pueblo en general.
Cuando alguien trataba de enseñar la Biblia al pueblo y hablar de un
cambio de vida conforme al Evangelio, se le presentaban serios
problemas. A mí, por ejemplo, trabajando en Oaxaca hace unos treinta
años, se me acusó de ser al autor de la Biblia y enseñarla a la
gente, queriendo con eso cambiar las costumbres del pueblo. Algo
gravísimo que trastornaba el orden constituido. Antes, evangelizar
representaba un intento de revolución al interior de la comunidad
católica y civil, al presentar una nueva manera de vivir a nivel
personal, familiar y social. Por eso había mucha resistencia en
contra de la evangelización, entendida como un cambio de vida en el
seguimiento de Cristo y su Evangelio. El católico se sentía seguro
en su mundo religioso y no quería cambios, con o sin
Biblia.
En
busca de ayuda
Sin
embargo, poco a poco, la situación fue cambiando. Con la presencia
de las sectas, la movilidad demográfica y el influjo de la escuela y
los medios de comunicación masiva, la masa católica ya no se siente
segura. Necesita conocer muchas cosas para transformar la fe
recibida de los padres en algo personal, que unifique y dé sentido a
su vida. Hoy el pueblo católico en general necesita ayuda de parte
del clero. ¿Y qué pasa? Que no recibe la ayuda que solicita. El
clero, más que estar atento para detectar sus necesidades reales y
ayudarlo a fortalecer su fe, lo acusa de ser fanático y cerrado, y
lucha para «abrirlo» hacia otras creencias religiosas, dejándolo
indefenso frente a ellas. Hubiera podido aprovechar esta oportunidad
para ahondar en la evangelización. Pero no fue así. Prefirió seguir
con la rutina cultual o el interés por el cambio social, en lugar de
profundizar los valores religiosos. De ahí vino el derrumbe del
catolicismo en regiones enteras, mientras, donde se aprovechó la
coyuntura histórica, están surgiendo buenas comunidades cristianas,
fogueadas en la lucha diaria por conocer y vivir mejor su
fe.
B) A
nivel de élite
Antes,
aparte de los miembros del clero y la vida consagrada, en la Iglesia
no se admitía otro tipo de liderazgo. La misma Acción Católica
surgió como apoyo a la misión del clero, sin autonomía propia. Pues
bien, el surgimiento de las sectas en el siglo pasado con su rápida
expansión en este siglo, en oposición a las iglesias históricas,
manifiesta el deseo de los laicos de tomar un papel protagónico
también en el campo religioso, sin estar siempre supeditados a un
grupo de líderes restringido, alejado y sin contar con el apoyo de
las bases. Ahora bien, por lo general en la Iglesia Católica el
clero, en lugar de propiciar y apoyar el surgimiento de un liderazgo
laical, sustentado en el apoyo de bases populares, se opuso,
tratando de quedar como el único protagonista en el quehacer
religioso, aun a costa de dejar masas enormes de católicos
abandonadas y sin atención pastoral. El mismo apoyo que ahora,
juntamente con la vida consagrada, está dando a las Comunidades
Eclesiales de Base responde a este propósito de contar con elementos
dóciles a sus orientaciones y cuidados, metidos en una estructura
que impida el surgimiento de un verdadero liderazgo laical. Donde al
contrario se confió realmente en la ación vivificadora del Espíritu
y se apoyó a los Movimientos Eclesiales, verdadero caldo de cultivo
para el surgimiento y desarrollo de los carismas, se ha constatado
un verdadero florecimiento del liderazgo laical, con consecuencias
impredecibles para la vida eclesial, un verdadero antídoto al
desarrollo de las sectas.
LAS
SECTAS: ¿PESADILLA O RETO?
Todo
depende de cómo nos situemos frente al quehacer histórico: en
actitud pasiva o activa, como víctimas o como actores, para padecer
la historia o construirla. Por lo tanto, si para evitar problemas,
nos limitamos a mirar las cosas desde lejos, a ver qué pasa, y
buscamos pretextos para justificar nuestra actitud, conformándonos
con lo que ya estamos haciendo, entonces la presencia de las sectas
puede volverse en una pesadilla, una vez que despertemos a la
realidad y nos demos cuenta de que llegaron a meterse hasta la
cocina. Si al contrario, bajamos del quinto piso y empezamos a ver
el problema desde la calle y desde allá tratamos de reestructurar
nuestra pastoral, entonces la presencia «inquietante» de las sectas
se puede volver en un reto.
No al
determinismo histórico Yo por mi parte rechazo toda visión
determinista de la historia. Me rehuso a pensar en la derrota sin
haber dado la primera batalla, basándome solamente en hipótesis
supuestamente científicas. Existe una enorme diferencia entre las
conjeturas del sociólogo y los postulados de la fe. Según mi
opinión, si el catolicismo en los últimos decenios ha registrado
grandes reveses, una de las razones más importantes ha sido el haber
abandonado muchos pastores de almas y teólogos su papel específico
para tomar el papel del sociólogo, que analiza los fenómenos como
simple observador y no como actor, haciendo más caso a las hipótesis
científicas que a los imperativos de la fe. Se empieza por aceptar
el método científico como medio para conocer mejor la realidad y se
acaba con pensar y actuar como sociólogo o filósofo, olvidando el
propio papel de teólogo y pastor de almas. En realidad, conociendo
ciertas opiniones acerca del futuro de la Iglesia, uno queda
decepcionado al notar el predominio de la visión «científica» sobre
la visión «teológica» de la historia en su acontecer diario y su
posible desenlace.
¿Derrumbe del catolicismo?
En este
contexto, no hay que extrañarse si hasta altos jerarcas de la
Iglesia pronostiquen un próximo derrumbe del catolicismo a nivel de
masa, limitando su presencia a pequeños grupos bien conscientizados,
al estilo de las demás confesiones religiosas. Y todo esto como
resultado de la acción de fuerzas inexorables que ya están actuando
en tal sentido, dentro y fuera de la misma Iglesia. Evidentemente,
vistas las cosas desde esta perspectiva, lo más sensato sería no
oponerse al curso inexorable de la historia ni sentirse culpables
por su lógico desarrollo, sino esperar los acontecimientos con
paciencia y resignación, sin tratar de incidir en ellos para
cambiarlos.
Enfrentar el problema
sectario
¡Qué
diferente la actitud de San Francisco de Asís, Santo Domingo de
Guzmán y San Ignacio de Loyola! En los momentos más cruciales de la
historia de la Iglesia, no se resignaron frente a los
acontecimientos y los pronósticos desfavorables, sino que supieron
dar la batalla y las cosas cambiaron. Enfrentaron la historia con
sentido cristiano y triunfaron. Hicieron historia. No se dejaron
dominar por la historia. Y es precisamente lo que pretendemos hacer
nosotros, al querer enfrentar directamente el fenómeno sectario y
otros fenómenos que parecen contrarios a la vivencia de nuestra fe.
Sin menospreciar los aportes positivos que pueden derivar de la
ciencia, buscamos en la fe la respuesta a los grandes desafíos, que
se presentan a nuestro ser y quehacer como cristianos, su clave de
interpretación y los criterios de acción para enfrentarlos. Es que
los análisis supuestamente científicos con sus relativos
pronósticos, nos han decepcionado ya muchas veces y ya no les
tenemos mucha confianza. Nos hablaron de la muerte de Dios y la
decadencia del fenómeno religioso, basados en análisis supuestamente
científicos, y basta abrir los ojos para ver como Dios está más vivo
que nunca y el factor religioso acapara cada día más la atención de
los mismos científicos, que antes parecían mantenerse alejados de
este tipo de problemática, como para no contaminarse al contacto con
un fenómeno basado esencialmente en la ignorancia, el fanatismo y la
superstición.
La
ciencia y el Evangelio
Hoy el
grande problema que tenemos nosotros católicos es que mucha gente de
Iglesia supuestamente culta, especialmente sacerdotes y religiosas,
se fueron con la finta. Fueron enviados a estudiar en las
universidades para que pudieran apoyar mejor la evangelización. ¿Y
qué pasó? Que empezaron a tomar la ciencia como maestra de vida y no
el Evangelio. Y se desviaron. Ya no creen en el mandato de Cristo:
«Vayan y prediquen y el Evangelio» (Mc 16,15), «Yo estaré con
ustedes todos los días hasta que se termine este mundo» (Mt 28,20).
Hacen más caso a la voz del hombre que a la voz del Espíritu; creen
más en los valores de aquí que en los valores de arriba; luchan más
por un cambio social que por la conversión del corazón. Y allí están
las consecuencias. Ni modo. No se puede cosechar donde no se sembró.
Por eso otros tomaron la delantera y nosotros nos quedamos mirando,
experimentando una derrota anunciada, que sin duda se hubiera
podido, si no evitar por completo, por lo menos atenuar
considerablemente.
¿QUÉ
HACER? Nueva Evangelización
De todos
modos, nunca es demasiado tarde. Aún queda en pie el reto de Juan
Pablo II, al empujarnos hacia la Nueva Evangelización, con espíritu
de creatividad, nuevo fervor y optimismo. Se trata de llevar a cabo
los ideales del Vaticano II e ir más allá, buscando un verdadero
equilibrio entre culto, pastoreo y profetismo. La adaptación del
sistema eclesial a los tiempos en que vivimos, está aún en los
comienzos. Tenemos que convencernos de que el sistema clerical ya
dio todo lo que pudo y ya no resiste más. Por lo tanto, en el
escenario eclesial, se hace cada día más necesaria y urgente la
presencia del laicado, con su voz fresca, su estilo inmediato y su
percepción más sensible a las distintas realidades en que vivimos.
Se necesita más equilibrio entre el clero y el laicado, con más
canales de participación y más incentivos para la creatividad. Hoy
más que nunca se hace urgente la vivencia de la doctrina del Cuerpo
Místico de Cristo. El mundo nos rebasa. Si no nos hacemos
intérpretes de la enorme demanda de espiritualidad y sentido que el
mundo espera, otros se abocarán a esta tarea y nosotros nos
quedaremos rezagados y marginados. El problema del pluralismo
religioso se está volviendo siempre más vivo y cuestionante para
todos. O intervenimos a tiempo o quedaremos fuera de la
jugada.
Ministerio especial
Mientras
tanto, no podemos dejar solo e indefenso al pobre católico, en medio
de tantos ataques que le vienen de parte de un sinfín de grupos
religiosos proselitistas. Ayudémoslo a sentirse seguro en su fe,
conociendo su identidad y teniendo a la mano una respuesta a los
cuestionamientos que se le hacen. Para lograr esto, vemos necesario
que en cada diócesis, parroquia, barrio o pueblito haya personas
capacitadas para realizar esta obra de asesoría y orientación
oportuna. Y que, en los seminarios y centros de formación para
religiosas y laicos, no falte una asignatura especial que se aboque
a esta problemática, tratando de ayudar al futuro pastor de almas,
teólogo o catequista a bajar del quinto piso para acercarse al
católico de la calle, tan necesitado de apoyo en un momento de tanto
peligro para su fe.
Conclusión
La
sectas proselitistas existen y se mueven, causando grandes daños al
pueblo católico. Las causas de su éxito son muchas y variadas. De
todos modos, no podemos seguir trabajando como si no existieran. Es
necesario que tomemos conciencia del sentido de su presencia y
hagamos algo para aminorar su impacto negativo sobre la comunidad
católica. Mientras pensamos en una reestructuración general en el
campo de la pastoral, para que se corrijan ciertas desviaciones del
pasado y se haga siempre más factible la vivencia de la doctrina del
Cuerpo Místico de Cristo, no dejemos solo e indefenso al católico
frente a la embestida de las sectas proselitistas y la nueva
religiosidad. Hagamos algo que lo ayude a sentirse más seguro y
contento en su fe. Es nuestra obligación mínima como maestros y
pastores de almas. Por otro lado, no se trata de algo totalmente
novedoso. En realidad, no todos los pastores de almas y teólogos
miran las cosas desde el quinto piso. Su participación en este tipo
de eventos es una prueba fehaciente de eso. Ojalá que su número
aumente cada día más y el pueblo se pueda sentir realmente apoyado
por sus pastores en un asunto de tanta importancia como es el asunto
de la fe.
(Ponencia del P. Flaviano Amatulli Valente,
pronunciada en el Congreso LA IGLESIA ANTE LA HISTORIA «En los
umbrales del Tercer Milenio», en México, D.F., del 27 al 28 de Mayo
de 2000, en el Salón de Usos Múltiples de la Universidad
Intercontinental).
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